Después de leer por dos veces, el teatro El solitario, de Concha Méndez y detenerme en las entradas hechas por M ªÁngeles Merino Moya, Pedro Ojeda Escudero y Carmen Ugarte García, donde con gran precisión analizan esta obra, me surge el haiku de la foto, para más tarde pensar, cómo todas las personas, de una u otra forma, estamos solas en el camino, pero también, podemos sentirnos muy acompañadas, por los retazos que nos dejan las soledades compartidas, al irlas encontrando, en los diferentes senderos de nuestra vida.
En la primera lectura de El Solitario, recordé al amigo y contemporáneo de la autora y gran poeta del 27, Luis Cernuda por su inolvidable poema: Soliloquio del Farero que aquí os dejo.
SOLILOQUIO DEL FARERO
Cómo llenarte, soledad,
sino contigo misma.
De niño, entre las pobres guaridas de la tierra,
Quieto en ángulo oscuro,
Buscaba en ti, encendida guirnalda,
Mis auroras futuras y furtivos nocturnos,
Y en ti los vislumbraba,
Naturales y exactos, también libres y fieles,
A semejanza mía,
A semejanza tuya, eterna soledad.
Me perdí luego por la tierra injusta
Como quien busca amigos o ignorados amantes;
Diverso con el mundo,
Fui luz serena y anhelo desbocado,
Y en la lluvia sombría o en el sol evidente
Queria una verdad que a ti te traicionase,
Olvidando en mi afán
Como las alas fugitivas su propia nube crean
Y al velarse mis ojos
Con nubes sobre nubes de otoño desbordado
La luz de aquellos días en ti misma entrevistos,
Te negué por bien poco;
Por menudos amores ni ciertos ni fingidos,
Por quietas amistades de sillón y de gesto,
Por un nombre de reducida cola en un mundo fantasma,
Por los viejos placeres prohibidos
Útiles solamente para el elegante salón susurrado,
En bocas de mentira y palabras de hielo.
Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona
Que yo fui,
Que yo mismo manché con aquellas juvenines traiciones;
Por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos,
Limpios de otro deseo,
El sol, mi dios, la noche rumorosa,
La lluvia, intimidad de siempre,
El bosque a su alentar pagano,
El mar, el mar como su nombre hermoso;
Y sobre todos ellos,
Cuerpo oscuro y esbelto,
Te encuentro a ti, tú, soledad tan mía,
Y me das fuerza y debilidad
Como el ave cansada los brazos de la piedra.
Acodado al balcón miro insaciable el oleaje,
Oigo sus oscuras imprecaciones,
Contemplo sus blancas caricias;
Y ergido desde cuna vigilante
Soy en la noche un diamante que gira diviertiendo a los hombres,
Por quienes vivo, aun cuando lo los vea;
Y así, lejos de ellos,
Ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres,
Roncas y violentas como el mar, mi morada,
Puras ante la espera de una revolución ardiente
O rendidas y dóociles, como el mar sabe serlo
Cuando toca la hora de reposo que su fuerza conquista,
Tú, verdad solitaaria,
Transparente pasión, mi soledad de siempre,
Eres inmenso abrazo;
El sol, el mar,
La oscuridad, la estepa,
El hombre y su deseo,
La airada muchedumbre,
¿Qué son sino tú misma?
Por ti, mi soledad, los busqué un día:
En ti, mi soleldad, los amo ahora.
Este libro de Luis Cernuda, me lo regalaron hace poco tiempo y me está sirviendo para volver a leer y reeler su obra, a la que me llevó Concha Méndez, en la Lectura de la Acequia, por esa soledad que dice Mario Benedetti, en sus versos:
La discutible soledad
en la que puedo
ser yo mismo.
(c) Luz del Olmo
Qué bien traído el poema de Cernuda...
ResponderEliminarEn efecto, estamos solos, por eso mismo hay que procurar una soledad consciente, pero acompañada. Si se puede.
Qué buen haiku.
Gracias por traernos el poema de Cernuda y tu haiku. Vivimos cada uno en nuestro faro invisible, en compañía. Con luz siempre. Besos.
ResponderEliminarPues yo cada vez veo menos árboles solitarios a la orilla del camino, y no precisamente porque otros hayan ido a hacerles compañía. Es que sencillamente los han talado. Hasta los árboles solitarios estorban.
ResponderEliminarNo conocía el poema de Cernuda. Gracias por acercarlo.