jueves, septiembre 26, 2024

LA CIUDAD QUE ME IMPACTÓ.

                                                          




                                                                        

                                                        DOS RASCACIELOS


Alicia antes de entrar, mira hacia arriba e intenta buscar el cielo.


Abre la  boca un ascensor. Hombres, mujeres, niñas y niños andan, con zapatillas por una moqueta verde. No hablan, no ríen, sólo tienen prisa por llegar.  

        

Puede subir de piso en piso, pero como todos, lo hace de diez en diez. Es tan grande que tarda días y noches en ver:


Que no hay hierba ni mosquitos, telarañas o primavera. No hay ojos de gato, ladridos de perro, manchas en los manteles ni ruidos de codorniz. No hay cerezas en los  árboles ni rosas amarillas. Pero si encuentra: ceniceros, bombones, muñecos que hablan, estatuas y estatuillas, tazas de porcelana, mucho hierro y aluminio, mermelada envasada, papel y plástico en todos lados, pantallas de ordenadores, batas y chaquetas blancas, bombillas y fluorescentes, innumerables botones, armarios llenos de abrigos y algunas pieles de animales muertos.


No hace frío ni calor y no se oye la lluvia ni el rugir del viento, ni el bee de la ovejas, ni el cric del grillo , ni el muu de a vaca, ni el pío  del pájaro , ni el cric  rac de las ratas, pero se oyen los buf del cansancio, el plaf del objeto que se rompe, el clic de las máquinas, el mic de un juguete mecánico y el ring  de los teléfonos; el mm por ver un pastel, el clin-clan de cucharillas y el abrir y cerrar de puertas .


No puede escuchar  el SSSSS del aire o el silencio; está interrumpido por diferentes palabras en distintas lenguas y el rumor de las hojas del periódico.


Huele a desodorante y humo  de tabaco. No hay perfume de glicinas ni  árbol del paraíso. Imposible tocar la nieve o mirar el otoño.


Busca la luna y cuando llega al piso 176 se siente  Asesinada por el cielo. Sólo tras el grueso cristal de la cárcel donde se metió, divisa fuego en una Isla que tiene una estatua a la que llaman  Libertad.


Como no puede tocar el atardecer, mira hacia el suelo y encuentra: casas y coches tan pequeños que ella es gigante  metida en otro gigante. Las luces forman ríos interminables y entonces se siente feliz porque  imagina desde arriba, una ciudad de juguete.


Aunque quiere  no puede salir por otro lado que no sea la puerta de la calle. Sigue  el  camino de todos y espera que el cristal se abra al contacto con el pie para pisar la ciudad que pudo ver cuando aún estaba  muy cerca de las nubes.

 

 (c) Texto: Luz del Olmo Veros

Foto tomada de aquí, La verdadera razón de la caída de las Torres Gemelas | Meer


 Nota: Este escrito forma parte de mi libro inédito: Las casas de Alicia. Y está dedicado a las Torres Gemelas de Nueva York, antes de sufrir el tremendo atentado  de 2001 y nuestra visita a esta singular ciudad que nunca olvidaremos. 

 

 

 

2 comentarios:

  1. Así lo viste, y lo oíste y lo oliste, y lo sentiste. Nueva York con torres.

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  2. Te contesté a esta pero se ha debido perder en algún canalículo. Nueva York olía a silencio y a plastico, luego el olor a gritos y a ceniza lo cubrió todo. Federico hubiera cantado el dolor de las Torres Gemelas impactadas como lo hizo con los suicidas de la Bolsa.
    Tuvo que ser inolvidable. Besos.

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