Te puedo relacionar, como hace Luis
Cernuda, con la música, un paisaje, un encuentro....,
pero también y en especial, con alguien o algo que me alegra
y con todo aquello que me duele.
Quizás te sentí, cuando fui creciendo y pude
mirar a mi alrededor, el pasar de los días, mientras contemplaba e intentaba
querer atrapar aquellos instantes que me iban surgiendo en el devenir del tiempo, con sus querencias y desamores de algo que pasaba en mí, pero que no
sabía muy bien cómo expresar.
Mi hermano Victoriano, fue el causante
de llenar mis oídos con romances y palabras que sonaban a música en su voz, cuando también me cantaba las muchas canciones que él se sabía y que
por aquellos tiempos de la dictadura franquista, se oían por todo los rincones
de esta España que a mí me pilló, en un pueblo donde la oscuridad, estaba
llena de esos soles que los campos me brindaban, mientras que mi juego favorito era el imaginar y contarme cuentos añadidos a los dichos que mi padre, apodado El Troneras, me iba relatando en el
subir y bajar de los caminos y donde la extensión del Ancha es
Castilla, podía mirarla en su infinitud.
Con el paso de los años y a pesar de hallarme en un lugar cerrado, con grandes ventanales, llamado Colegio y no Escuela, llenos de persianas de hierro que nunca había visto, como tampoco se habían cruzado en mis once años, aquellos interminables pasillos, con techos tan altos que me costaba mirar, cuando en aulas grandes y llenas de niñas con uniforme, igual al mío, todas en color azul oscuro, donde un cuello de plástico, nos apretaba la garganta; me di cuenta que una vez adaptada a ello, también a tí, mi siempre amada poesía, podía leerte en los libros que no se censuraban, pues en aquellos tiempos, estaban vetados, muchos grandes autores que siguieron escribiendo en el exilio y muriendo en el destierro, como el gran Antonio Machado y los que fueron llamados de la Generación del 27, con la excepción de Gerardo Diego, del cual me aprendí, su Romance del Duero porque yo ya conocía este río, de verlo pasar cuando iba con mi padre a la villa de Aranda.
Ya cuando tuve 16 años, leí las obras completas de Juan Ramón
Jiménez, porque siempre fue y es mi autor favorito.
De esta forma, POESÍA, te fui conociendo, queriendo y amando, cada vez más y más, por ello, seguimos juntas, a pesar de los años, porque me sigues encandilando con la música que van dictando: tus palabras de amor, palabras.
(c) Foto y texto: Luz del Olmo Veros
Te atrapó la música de las palabras y se quedó contigo, buena compañía para toda la vida.
ResponderEliminarY es la llave de mundos insospechados.
Ábrelos.
Que nos llene siempre.
ResponderEliminarMe gustó verte en Madrid este jueves.
¡Y qué bien hizo Victoriano en llenarte la cabeza de los sonidos intrínsecos de los romances!
ResponderEliminarSor Austri, ahí seguimos la poesía y nosotras en esta amistad que no defrauda.
ResponderEliminarBesos
Luz
Carmen, bien lo sabes tú que Victoriano, fue mi maestro en esto del ritmo y al que siempre estaré agradecida, porque nuestro cariño sigue como entonces y ha aumentado con el pasar de los años.
ResponderEliminarBesos
Pedro, la poesía es un buen alimento que nos sigue acompañando.
ResponderEliminarFue también un placer verte, aunque me tuve que ir temprano. A ver si otro día no tengo tanta prisa por coger el bus.
El documental sobre Semprún estuvo muy bien y por supuesto, tus sabias y hábiles palabras.
Besos