ESTÍO
Llegó un momento que los estíos, ya no los pude pasar a la sombra de mi padre y de mi madre. Mi vida había cambiado mucho con los años que no paraban en su movimiento constante, dentro de su propia mutación.
La casa donde nací, tenía luz con los cables bien visibles en sus paredes enjalbegadas y donde los interruptores de encendido y apagado, me llevaban a decir que las bombillas, nos obedecían, si dábamos un pellizco en la pared.
Por el contrario, no podíamos disfrutar del agua corriente, eso implicaba que la primera tarea de la jornada, consistía en ir con el botijo y los cántaros vacíos, para llenarlos en la fuente del pueblo que se encontraba y se encuentra a la orilla del Ayuntamiento, que sigue en vigor, pero no así las Escuelas donde ya no funcionan, como tales, aunque sí se utilizan de otra forma.
Ahora, una de sus aulas a la que podemos llamar multiusos, sirve como Capilla y también para celebrar alguna que otra reunión que el pueblo necesita. Las paredes están llenas de estanterías formando una pequeña biblioteca, donde los libros se fueron acumulando y los pusimos con algo de orden, para que el pueblo pueda leerlos cuando lo quiera o los necesite. También existe un archivo bien ordenado por la Diputación de Burgos, con papeles de otros tiempos.
Siguiendo mis recuerdos en los años de mediados de los 60, los veranos en los pueblos, se iban llenando después del éxodo a las ciudades de Madrid, Barcelona y Bilbao, viviendo todavía en la dictadura franquista, aunque ya algo más atenuada y no era tan férrea como en épocas anteriores.
Mi madre por aquellos años se quedó sola en la casa donde todos sus hijos habían nacido y ninguno estaba para acompañarla: Rafael seguía y sigue de sacerdote. Evencio había muerto en 1957 y Victoriano se marchó con un buen trabajo que le salió en Madrid. Y yo, seguí con mis estudios en la capital.
Tengo que recordar y volver a dar las gracias a Cándida y Anastasio, aunque ya no estén con nosotros, que en el otoño y el invierno del año de 1964 y continuaron en el 1965, estos vecinos y amigos, estuvieron muy pendiente de mi progenitora, acompañándola, en su soledad.
Al llegar las vacaciones de Navidad, yo me fui con ella para pasarlas llenas de pena, en el recuerdo de su marido y mi padre muerto y en el verano siguiente, volví a Pardilla para vivir mis tres meses de vacaciones, sin apenas salir de casa, porque por aquellas fechas el luto era muy riguroso. Recuerdo que aterricé en el pueblo con una falda blanca y negra y un suerte también del mismo color. Era lo que se llamaba entonces el medio luto o alivio luto. Por ello mi madre nada más llegar, me tenía preparado un vestido completamente negro, donde le añadió en pleno verano, unas medias y zapatos del mismo color.
Al llegar el comienzo del otoño y cuando la flores quitameriendas, van apareciendo por prados, eras y praderas, decidimos que podríamos vivir en la capital de España, nuestra madre, Victoriano y yo. Así lo hicimos y pasamos a la época de mi naciente juventud, donde ya he contado algo en mis anteriores entradas.
(c) Texto y fotos: Luz del Olmo Veros
Etiquetas: Luis Cernuda.Mis textos
3 Comments:
Pellizcas laa paredes de tus recuerdos para dar la luz. Salen mujeres de luto con botijos en la fuente, entre todas sobresale la figura de tu madre, tu escrito es un justo y emotivo homenaje a su fuerza y su soledad. El que se queda y el que se va.
La foto doble, qué bonita.
Besos
jueves, 23 mayo, 2024
Sor Austri, gracias por el comentario, creo que resumes muy bien, lo que en realidad he querido transmitir.
Besos
jueves, 23 mayo, 2024
Gracias por este fragmento de tu vida, que ayuda a conocerte mejor.
Besos.
jueves, 23 mayo, 2024
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