El oficio de pregonero, estaba destinado a un chaval de unos diez años y consistia en recorrer las calles de Pardilla, mientras iba anunciando la llegada de los diferentes comerciantes con sus productos.
Por él, nunca recuerdo que fuera una chica, sabíamos que ya había llegado el Baratillo, donde se vendían hilos y todo lo referente a la costura, junto con sus telas de distintos tactos y colores y que no se dispensaban en las dos tiendas, que emulaban a los llamados después Ultramarinos, donde se vendía de todo un poco, junto a la pescadería de El Ratón y las carnicerías de la Filo y la Marina.
El nombrado pregonero, voceaba a todo pulmón, subiendo y bajando las cuestas del pueblo, con los acontecimientos en su voz adolescente de todo aquello que iba sucediendo, para que los vecinos y vecinas bajaran, o subieran a la carretera que en su tiempo fue lo que hoy llamamos A1 y así poder mirar y comprar o no, todo aquello que implicaba una necesidad, ya que algunos de esos comerciantes, no volverían en mucho tiempo.
En lo que respecta a la comunicación del Ayuntamiento con sus habitantes, para asuntos que era necesario estar informados, el pregonero también se encargaba de anunciarlo y pregonarlo de viva voz.
En cualquiera de estos casos, siempre comenzaba con aquellas palabras de "el pregonero 0oooo, soy el pregonerooooooo y quiero anunciarles que :
Ha llegado el chatarreeero... Se venden cerezas de la Huerta de Narro.... Ha venido el quincallero... y así iba relatando los diversos oficios de entonces, como el del afiladooor, con su cantinela: El Afiladoor, que al pasear las calles también casi nos cantaba: Afilo, cuchillos, navajas y algún teneeedor.
Incluso nuestra tendera habitual, por nombre La Solus, que también subía hasta la Isla, situada en la parte más alta del pueblo, para ofrecernos la fruta que ella vendía dos calles más abajo de nosotros, hacía de pregonera.
De ella y sus palabras me ha quedado aquello de: plátanos, he traído platanos .....e iba casi casa por casa, vendiéndo este preciado manjar, que venía de las Islas Canarias y que yo siempre pedía a mi madre, pero ella me decía:
-No, plátanos no, que están muy caros.
Y de esta forma, me dejaba, sin probarlos, pero con el deseo de poder comerlos alguna vez.
Los que estaban esperando a poner los "zapatos nuevos" a sus caballerías, respiraban contentos al oír: En la plaza está el herradooor y así era cómo Pardilla se iba abasteciendo de todo lo que necesitaba, no sólo para la comida de sus habitantes, sino también para los machos, los burros, ovejas, gallinas y los distintos animales que andaban por las calles llenas de piedra y tierra y que ahora están asfaltadas.
Yo recuerdo el nombre de uno de estos pregoneros que creo debe de ser quinto mío o quizás, un año más, era el Felisín.
Y aunque hayan pasado más de setenta años, en Pardilla y en este 2025, no hay tiendas, ni tampoco pregoneros, no obstante la forma de abastecernos es también algo parecido a lo de antes, pues los miércoles viene el pescadero con su furgoneta y nos trae pescado fresco y bueno. También, de vez en cuando y no lo sé exactamente, viene otro coche pequeño con productos no perecederos y el modo de aviso ya no es el chiquillo que pregonaba toda clase de necesidades por el pueblo, porque ahora, cómo mucho oficios de antes, ha sido sustituido por el toque de claxon, normalmente de una furgoneta pequeña y así de este modo, lo hace también la visita de los productos congelados. Siendo el más fiel de todos, el panadero, que en verano viene por la mañana y casi todos los días, aumentado el suministro, no de hogazas sino de barras de pan y también de ricas magdalenas y otros bollos. En invierno, como son pocos vecinos, solo acude los miércoles y los sábados.
(c) Texto y fotos: Luz del Olmo Veros
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