Hace ya unos cuantos años, escribí este cuento que pienso puede tener relación con la propuesta que nos hace Pedro Ojeda sobre el Placer de la Lectura. Es mi pequeña aportación.
SEGROB
Fue una época de mi vida en la que me dio por leer y leer. Quizá la
causa estaba en el invierno frío y lluvioso, por ello, mi mayor placer
consistía en enclaustrarme dentro de la Biblioteca.
Cuando llegaba la hora de cerrar, el encargado muy amablemente me
indicaba que debía irme. Yo le miraba sin comprender y era precisamente mi
incomprensión lo incomprensible para él.
Recogiendo como un autómata el manojo de letra impresa, salía a la
calle. El dueño del kiosco cercano, no tiene horas fijas de cierre, lo cual me
alegraba mucho, pues así podía comprar los periódicos de la tarde (los de la
mañana los tenia ya leídos), las nuevas revistas y todo lo que oliese a
lectura. Con toda aquella preciada carga me dirigía muy ufano al autobús.
Y fue precisamente en este medio de transporte donde descubrí, en uno
de los libros de préstamo, un billete de metro con la siguiente inscripción:
Los
días que uno espera olvidar, los días que
uno
sabe que olvidará.
¿Qué
importa el tiempo sucesivo si en él,
hubo
una plenitud un éxtasis una tarde?
Inmediatamente contesté:
Intemporal. Inaccesible,
el
momento del éxtasis
siempre permanece.
Al día siguiente, devolví el libro y olvidé‚ por completo el
asunto.
La época febril de lectura, poco
a poco fue pasando. Los días comenzaban a ser largos y paseaba por las calle de
la ciudad. A veces, era ya muy entrada la noche, cuando volvía a casa.
Compré una bolsa grande, especie de mochila, y decidí llenarla con todo
lo que en mis largos paseos me pareció más interesante.
Con el tiempo decidí vaciarla. Allí encontré‚ de todo: cáscaras de
pipas, alas de mariposa azul, flores secas, dos piedrecitas blancas, tres
plumas de distinto tamaño y grosor, una madera en forma de
lagartija putrefacta, briznas de hierba, hojas de morera, un bigote de gato,
tierra, arenilla, migas de pan y lo mas extraño, un papel- ya para entonces
había roto definitivamente con aquel
mundo-.No recordaba en qué momento lo había metido en la mochila. Seguramente
lo confundí con otra cosa. Mi curiosidad quedó fija en él y dejé de prestar
atención a todo lo demás.
Al tenerlo entre mis manos, vi que era un billete de metro amarillo con
letra impresa en bolígrafo azul. Mis
circuitos de memoria comenzaron rápidamente a actuar, hasta darme cuenta que
aquel era el famoso billete de metro que yo había encontrado en un libro de los
que por entonces me hacían compañía.
Cuando el sol empezaba a ponerse pesado, algo volvió a obsesionarme:
¿De quién eran aquellos versos que parecían dispuestos a seguirme?
Una mañana al levantarme, tomé la resolución de volver a mí época de
lectura, pero esta vez iba a ser seleccionada e intencionada.
Al verme el encargado de la biblioteca, le percibí de nuevo su
incomprensibilidad y me miró desde lejos como distraído. Yo hice lo mismo, pero
los dos supimos que había vuelto a
establecerse un equilibrio roto.
Mientras leía con paciencia y detenimiento verso a verso todos los
poemas de los clásicos españoles y los clásicos extranjeros, una o dos veces,
me fijé en el rostro de la gente y por su cara deduje que el otoño, nos había
envuelto en su acostumbrada tristeza.
Seguí leyendo poemas y descubrí la cantidad de versos que han escrito
los hombres a lo largo de los tiempos. La forma de pensar y sentir es tan
actual, que me dejaban perplejo.
¿Por qué aquel empeño en cuatro palabras?
¿Por qué no lo dejaba y me dedicaba a otra cosa? ¿Merecía la pena?
Sostuve una gran lucha entre el
desánimo y el deseo de descubrir hasta
que ganó el continuar la búsqueda.
Un domingo, unos amigos insistieron en llevarme a su casa a pasar el
día. Ellos estaban bastante preocupados por mis continuas rarezas de hacer
siempre lo mismo en una determinada época y después dejarlo para coger
otra manía. Al fin y al cabo, decían,
eso no era normal.
A mí me parecía que sus manías eran muy similares a las que yo
frecuentaba, lo que pasa es que yo las variaba por temporadas y ellos
tenían una durante muchos años.
No obstante, decidí pasarlo con ellos lo mejor posible, la verdad es que eran amables y siempre se habían
portado bien conmigo, aunque de vez en
cuando comentasen mis "rarezas".
Llegué a su casa dispuesto a sufrirlos lo mejor posible; y al entrar en
el enorme salón, ordenado y limpio, me atrajo poderosamente la atención una
gran fila de libros, todos del mismo color, que estaban colocados en la
estantería del mueble.
Imantando por ellos, casi sin saludar a mis amigos, me acerqué
para mirarlos. Olían a papel recién
salido de fábrica.
Al ver mi gesto, me explicaron que era una colección de poesía comprada
a un vendedor, que los trajo a casa y
como el color combinaba con el marrón claro de la estantería, decidieron
comprarlos. Además la forma de pago era un tanto cómoda e incluso me hicieron
la pregunta afirmación:
¿Verdad que el color es precioso?
Yo les contesté‚ con otra pregunta ¿Los habéis leído?
- No, me replicaron, apenas si tenemos tiempo.
Como ya había ocurrido otras veces, nuestro diálogo se averiguaba algo
discontinuo y troceado. Decidí olvidarlos, aunque fuese una descortesía y cogiendo un libro al azar, comencé a leer.
Y cuando mis ojos tropezaron con aquello de:
"( los días que uno espera olvidar, los días que uno sabe que
olvidará)" callé bruscamente y
comprendí el autentico significado de mis obsesionantes versos. Lo que pasó
después, es algo que no voy a contar, nos pertenece a ellos y a mí.
Seguí leyendo, ahora ya en voz baja y completamente absorto en el
poema.
..............................
................................................
¿Qué‚ importa el tiempo sucesivo
sí en él
hubo
una plenitud, un‚éxtasis, una tarde?.
Cerré‚ el libro y encontré‚ su
autor.
Hubiese deseado compartir esos
momentos con mis amigos, pero ellos siempre estuvieron ajenos y jamás
comprendieron que estaba ocurriendo en mi.
Pasamos el resto del día más o menos como se pasa en estos casos,
dejándonos llevar por la rutina establecida para un domingo con invitados.
Al volver a casa abrí ilusionado la mochila para comprobar que allí
seguía el preciado billete de mis sueños, junto a él, algunas flores secas a
las que antes no había prestado atención, me miraban interrogantes.
(c) Texto y foto: Luz del Olmo
Etiquetas: Borges, cuentos, mi textos, mis fotos
13 Comments:
Hola Luz:
¿No son super atractivos los temas que se encuentran a través de la lectura? Gracias por compartir tu relato con nosotros. bss
daniela
jueves, 13 diciembre, 2012
¡Y tanto que tiene relación! Un cuento bien borgiano, un amante de la lectura como pocos.
Gracias por tu participación en esta serie. Un beso.
jueves, 13 diciembre, 2012
Precioso y como dice el profe bien borgiano hasta el título, je,je... Besotes, M.
viernes, 14 diciembre, 2012
¡Genial! me encantó, Luz.
Besos
viernes, 14 diciembre, 2012
¿Y qué pasó con el pelo de gato?
viernes, 14 diciembre, 2012
Una maravilla de entrada, una marvilla tu poesía completamente azul.
Gracias por compartirla con todos.
Rita.
viernes, 14 diciembre, 2012
Muy bueno Luz, el juego que puede dar una señal en un libro. Pero hay que saber hacerlo, como tú. El título ya hace sospechar.
Besos.
viernes, 14 diciembre, 2012
Buenas noches, Luz:
Aparte del misterio que en sí guarda un libro, el añadido del billete de autobús escrito.
Con la pista del título de la ilustración y la ayuda de Google, fácil completar el poema.
Los versos anotados preciosos. Copio otros dos:
“...En los atardeceres pensaría
que para él había florecido esa rosa”.
Abrazos
sábado, 15 diciembre, 2012
Comprar libros por el color de la portada, mejor que no comprarlos en absoluto. Siempre habrá algún lector, que atraído por el autor, el título o el recuerdo, se muestre dispuesto a salvarlos del ostracismo y los libere de la ceniza del olvido de años y años de estantería.
Es identificable en el relato la espesa atmósfera borgiana.
Un abrazo.
martes, 18 diciembre, 2012
Daniela, gracias a ti por haber leído, supongo que hasta el final, este cuento que pretende ser borgiano.
Pedro,últimamente ando un poco ocupada, por eso pensé que este cuento escrito hace tiempo, podría servir. Me alegra el haber participado.Descubriste que los versos eran de Borges.
Merche, también lo descubriste, en el título estaba la clave.
Myriam, gracias por tus palabras y supongo que tú como argentinas, no sé si estarás a favor o en contra de Borges. Sé que en su país tine sus fobias y filias.
Abejita, el bigote del gato, aún lo estoy buscando. ¿LLegaste hasta el final?
Rita, no acabo de saber quién eres. De todas formas muchas gracias por tus palabras al cuento y la poesía y bienvenida por aquí.
Pamisola también te fijaste en el título. Gracias por tus palabras
Gelu, el caso es que cuando descubrí el poema, me desilusionó un poco pues está dedicado al Coronel Juárez y hacen referencia a la batalla de Junín y eso, me rechinaba un poco, pero es verdad que encontré en el billete de metro esos versos escritos y es verdad que los busqué. La forma de encontrarlos no es la que digo, pero esa es ya mi fantasía.
Pancho, lo de los libros por el color, es algo que los que han leído este cuento siempre les llama la atención. Lo hice un poco por contraste o porque me salió así. Ya he dicho que lo escribí cuando era más joven que ahora.
Besos para todos y todas
Luz
miércoles, 19 diciembre, 2012
ADEMÁS DE un color bonito, los libros contenían el significado de tus versos y algunas de tus respuestas.
misterio, buena narración... ¿se puede pedir más?
biquiños,
miércoles, 19 diciembre, 2012
Aldabra, muchas gracias por tus comentarios
Besos
Luz
miércoles, 19 diciembre, 2012
No se si estoy en contra o no, y no creo que pueda hablar de una fobia hacia él, peor si puedo decirte que sus relatos tan bien elaborados, me producen un sentimiento de frialdad intelectual. Hay otros autores que me emociona leerlos. También se lo mucho que te gusta a ti, Luz y me parece muy válido, más cuando a partir suyo puedes crear relatos como éste.
Besos
domingo, 23 diciembre, 2012
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