He de confesar, que me gustan más los parques que se encuentran fuera de las ciudades y pueblos, que los que habitan en estos recintos cerrados, aunque también sean grandes y extensos, cómo pueden ser muchos de estos lugares que con frecuencia transitamos, pero eso de ´" no poner puertas al campo", y poder ver los horizontes infinitos que no terminan, me gustan más, sin desmerecer a los anteriores.
Aquí en Madrid, reconozco que tenemos grandes y bonitos parques para poder pasearlos, ausentándonos del ruido y disfrutando de la tranquilidad que nos proporcionan El Retiro, La Casa de Campo, La fuente del Berro, La Quinta de los Molinos... unido a las numerosas arboledas y jardines donde se detiene la naturaleza, para poder disfrutarla a todo lo ancho y largo de lo que es la Comunidad dónde vivo.
Y sin embargo, cuando voy hasta el lugar dónde nací, confieso que casi ni paseo por el pequeño parque, cuyo nombre desconozco, que hay a la entrada y salida, según se mire, donde los árboles verdes de diferentes tamaños y distintos en sus hojas, dan una refrescante sombra en el verano, mientras las personas disfrutamos, con los elementos correspondientes según sean nuestras edades, para hacer ejercicio, junto a mesas por si deseamos comer y beber, a la vez que los árboles van creciendo para dar su sombra en el verano y sus colores en el otoño, junto a su desnudez en el invierno, pasando a sus vestidos verdes, cuando ya es primavera.
No obstante, he de confesar que yo prefiero pasear por esos campos, tanto en Velilla de San Antonio como en Pardilla, donde puedo contemplar el horizonte de pequeñas montañas o montículos, observando cómo el paso de las estaciones van pasando en sus tierras que aún se van sembrando y dónde crecen las flores silvestres, junto a lo sembrado y puedo mirar cómo la tierra, sigue su curso , mientras observo los horizontes que me van acompañando en mi recorrido habitual de su día a día.
Esos parques de ciudades, dónde todo es igual y a la vez muy distinto, son oasis, donde la mente descansa, de los ruidos y la contaminación de esta vida agitada, viviendo en el pasar de los días, de una forma circular el pasar también de los tiempos y llevándome a la lectura de Julio Cortázar y su magnífico cuento de LA CONTINUIDAD DE LOS PARQUES.
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