domingo, mayo 19, 2019

TEA ROOMS - LUISA CARNÉS


Todas ellas, desde la más veterana Antonia, hasta las más jóvenes, Marta y Laurita,  aunque sea su ahijada, pasando por Paca y Matilde,  y la interina Felisa,  le llaman el "ogro", porque un ogro malvado, rácano  y dictador,  es el jefe de todas ellas, mujeres que trabajan en la pastelería o distinguido salón de té,  cercano a la Puerta del Sol.  Sus condiciones como asalariadas,  son tan míseras como sus sueldos  de aquellos años de  1930, donde también en Europa, se notaban los movimientos en pro y en contra, de mejores condiciones en la clase obrera.

Al leer el mote puesto al jefe y dueño de la pastelería, he recordado mi época, también en Madrid, cuando trabajé por cinco años,  casi toda mi adolescencia y juventud- desde los  17 hasta los 22- en la empresa COFARES, como telectractora de fichas,  donde mis compañeras y yo,  llamábamos con ese mismo nombre: "ogro", a uno de los dos encargados que teníamos y que controlaba todos nuestros movimientos. Era muy bajo de estura, calculo que andaba por los cincuenta años,  algo regordete, con la cara siempre roja, que aumentaba en el color,  al nivel de su enfado,  porque  nunca sonreía.  Si  tardábamos más de cinco minutos en el lavabo, la bronca era fenomenal, haciéndonos ver lo inútiles que éramos, precisamente por ser mujeres  y además,  nos quitaban puntos por la prima, que cobrábamos si es que éramos capaces de traspasar el tope que se nos había estipulado, en un máximo y un mínimo, para sacar, ordenar y escribir a máquina,  las fichas de cartulina  taladradas con agujeros y  con su correspondiente color, que representaban a los diferentes medicamentos que pedían las boticas  de toda España.

Esta cooperativa de  farmacia, contaba con uno de los primeros ordenadores, que empezaron a funcionar en nuestro país. Era tan grande,  que necesitaba una amplia habitación del edificio donde estábamos, en la antigua calle de García Morato, hoy llamada Santa Engracia, en el número 33 , y allí era donde vivíamos las ocho horas en turnos de mañana y tarde. Los hombres además, tenían  que ir por la noche, a cambio, no se le solía regañar y prevalecían más sus derechos por ser cabeza de familia y porque las mujeres, aunque hiciésemos el mismo trabajo, " no sabíamos rendir tanto"  por el simple hecho de pertenecer al sexo femenino.  

Y he recordado, leyendo este libro de Luisa Carnés, a mis compañeras:  Mari Tere, Elenita, Juli, Gloria, Aurelia..., esta última también, como Laurita,  se quedó embaraza estando soltera y aquello fue un dramón, donde tuvo que aguantar la comidilla de todos y todas nosotras. No había piedad entonces para el mínimo desliz. Sin embargo,  Manolo y Juli, se enamoraron tanto, que han tenido cuatro hijos  y ahora con varios nietos, los sigo viendo tan felices como entonces,  donde nos contaban el tiempo  que habían durado dándose un beso en la boca. Por  aquellas fechas,  yo también me enamoré y se enamoraron de mí, pero al final, no llegamos a nada, entre otras cosas, porque esto del sexo y amor, tenía tantos rituales e impedimentos que, al final, nos quedábamos en el camino.

Era nuestra sociedad de entonces, treinta años más que en la época  dónde se sitúa  esta deliciosa novela, casi escrita como si fuera un guión cinematográfico. El tiempo en su camino, nos había dejado  una efímera República, porque los militares rebeldes, "garantes de la moral y buen gobierno" ,  decidieron que no se podía seguir avanzando  en derechos y libertades,  alcanzados para todos y en especial para la mujer y así ocurrió que llegamos hasta una Guerra Civil, la peor de todas,  para acabar en una férrea dictadura, donde los avances conquistados, se convirtieron en retrocesos y el comienzo de los años 30,  que señala la autora en Tea Rooms, volvieron a calcarse en mis primeros trabajos de los  finales de los 60 y comienzo de los 70 y que la lectura de Luisa Carnés,  me ha llevado a recordarlos.


(c) Luz del Olmo











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8 Comments:

Blogger Myriam said...

Tiempos difíciles para la mujer y más con la posterior dictadura que, como dices, hizo retroceder los derechos e las mujeres,.
Vaya trabajo el tuyo, mi Dios.
Y mira que los he tenido exóticos, pero tuve que leer tres veces
para entender lo que hacías jajajaja.

Besos.

domingo, 19 mayo, 2019

 
Blogger lavelablanca said...

Hermosa entrada, Chica.

Hermosa y acertada al traerla junto al libro de Luisa Carnés. Conocí su "Natacha" y "Rosalía de Castro", cuando trabajé en el (famoso) archivo de Salamanca a finales de los ochenta.

Abrazos.

martes, 21 mayo, 2019

 
Blogger Ele Bergón said...

Myriam, no me extraña el que no entendieses mi trabajo, la verdad que es algo difícil de explicar y creo que yo tampoco he tenido otro trabajo así. Utilizábamos dos ficheros, uno pequeño y otro grande, una cinta transportadora, un magnetofón de los antiguos y muy grande, con un pedal para parar mientras escribíamos a máquina el nombre de las medicinas que no se encontraban en el fichero pequeño y por supuesto la máquina de escribir, además de unos cascos, nuestras manos, nuestros pies y nuestros oídos. En fin que cuando tengo que explicar este trabajo, casi nadie lo entiende, pero así fue lo tuve que aprender con diecisiete años
¡ Menos mala que soy algo espabilada y nada enclenque!

Besos

viernes, 24 mayo, 2019

 
Blogger Ele Bergón said...

Ignacio, gracias por tu comentario. Yo tengo que confesarte que no conocía nada de su literatura y sin embargo me he "zampado" bastantes libros que hablan de la Generación del 27 y que yo recuerde, nunca la vi nombrada. ¡La invisibilidad de la mujeres a lo largo de los tiempos, es tan injusta!

Besos

viernes, 24 mayo, 2019

 
Blogger Sor Austringiliana said...

No, yo tampoco me hago idea de tu trabajo de perforadora pero qué claro tenemos todos al encargado ogro y machista. Universal personaje. Gracias por tu testimonio, Luz. Y sigue habiendo ogros.
😘.

viernes, 24 mayo, 2019

 
Blogger Ele Bergón said...

Sor Austringiliana. ES difícil hacerse una idea de esta trabajo que hice allá por los finales de los años 60 y sí, en casi todos los trabajos, por no decir en todos, existía un ogro que nos hacía la vida imposible. No se que habrá sido de este ogro llamado Pepe.

Besos

domingo, 26 mayo, 2019

 
Blogger fernando said...

Soy Fernando Moreno, el profesor de informática de Isabel Valenzuela López, el otro día tu amiga Isabel estuvo en el Calvario poniendo flores y estuvisteis hablando muchísimo me comentó Isa Beli. Muchas Gracias.

lunes, 03 junio, 2019

 
Blogger Ele Bergón said...

Gracias Fernando por pasarte por aquí y recuerdos a Isa

Luz

domingo, 09 junio, 2019

 

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