CUENTO-EL BESO
EL BESO
Al ver que mi cuerpo no respondía, decidí acostarme otra vez y vagamente, porque los ojos se me cerraban como una pesada losa, comencé a recordar:
Cuando el sol tiñe de púrpura la sabana, como otras veces, me había acercado a los pantanos de las llanuras de Kamolondo, cerca de los lagos, y allí pesqué tantos peces que pensé llevarlos al día siguiente, al mercado de Kinshasa. En todo ese tiempo no sentí nada especial, sólo el calor de la estación seca, me hizo evocar a mi joven y guapa esposa que un día de agosto perdí por culpa de una enfermedad tan rara, que el hechicero fue incapaz de curarla. En ese momento las lágrimas se me escaparon y quizá por eso, percibí como si su espíritu me pinchase muy cerca del corazón.
Ahora sé que nunca iré a la ciudad y que nadie podrá vender mis peces. La nebulosa en que me encuentro me trae un olor fétido y Ondondgo Muana Mayi, el maestro de la palabra, como a él le gusta que le llamen, no pasará por esta choza hasta la tercera luna y aún estamos en la primera. Ya para entonces mi olor se habrá fundido con el olor del pescado.
Cada vez tengo más sueño y cada vez me voy alejando más y más de este mundo.
Muana Mayi me había advertido en su anterior estancia:
No siempre los cocodrilos son los animales más peligrosos del río Congo. Procura no ensimismarte en los pantanos, allí un día la mosca tse-tse puede enamorarse de ti y darte el beso del sueño que te llevará a la muerte. Si quieres saber su nombre científico, los médicos de otros lugares, llaman a esa enfermedad, tripanosiomiasis.
Sé que entonces cerré los ojos amé la muerte y quede dormido para siempre.
(c) Foto AC y texto: Luz del Olmo
1 Comments:
HOla.
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Un abrazo.
sábado, 30 diciembre, 2006
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