MÚSICA Y NOCHE
A Él lo conocí porque en aquellos años de comienzos de los setenta, los famosos curas obreros, entendieron que la juventud deberíamos entrar en los nuevos tiempos, pensando en una pequeña apertura, mientras el Dictador se iba apagando y por ello, fundaron los famosos clubs parroquiales donde nos ponían alguna que otra película en blanco y negro, ambientándonos la tarde de los domingos con música y por supuesto, con el visto bueno de la censura, para poder bailar.
Recuerdo cómo el azar de la vida, nos llevó a hacernos amigas a Mari Tere, Elenita y yo, formando un pequeño trío, en el comienzo de nuestra juventud, que duró por mucho tiempo, pues Elena y yo nos casamos con otros dos chicos tan amigos, como lo éramos nosotras. Mari Tere tuvo otra historia y su amistad se fue debilitando con sus días.
También recuerdo cómo las tres íbamos a las discotecas y en el buen tiempo, algún que otro domigo, programabamos excursiónes a la Sierra de Madrid, en unos trenes, lentos y abarrotados de personas que me recuerdan a esas imágenes que ahora vemos, en los vagones de metro, con empujadores incluidos y que utilizan en Japón.
Elena se hizo novia de José Manuel y yo, del que hoy es mi marido llevando las dos parejas, unos cuantos años, sin habernos separado.
Él es un enamorado de la música, tanto clásica como moderna y ese amor, me lo trasmitió a mí y depués a nuestros dos hijos. Puedo contar que al pequeño le llamábamos Beethovin. Y el mayor es un gran forófo de los Beatles y otros grupos similares, que en aquellos años andaban de moda, y en este instante que lo escribo, pienso que por entonces, mi cultura musical, se centraba en El Duo Dinámico, Rahael, Adamo ... y algunos otros más, pero fue Él el que me descubrió la gran y especial belleza de la música clásica y que tanto ahora me gusta.
Las noches de mi estancia en Madrid, fueron muy distintas a las que ya conté en mi entrada anterior. Al estar en la capital, en concreto Elena, tenía que presentarse a las nueve en casa, pues su padre era muy estricto en especial con ella y al irse una de las tres, quedábamos Mari Tere y yo que vivíamos casi en la misma zona del este de la Capital. Ella residía en la calle Alcalá y llegaba hasta la estación del metro de Quintana. Yo me bajaba, un poquito antes, en Ventas para coger la famosa P6 que me llevaba hasta Vicálvaro.
Es verdad que si mis amigas estaban más vigiladas y tenían que acudir a su hora, yo, por el contrario, tenía más libertad, pero igualmente llegaba un poco pasadas las diez de la noche a mi casa, donde mi madre me esperaba, algo impaciente y creo se quedaba tranquila por fin, al ver que pulsaba el timbre de mi casa y supongo que diría para sí: la chica ya ha llegado.
(c) Texto y foto: Luz del Olmo Veros
2 Comments:
Y lo conociste a Él. Un amor para toda la vida, el mayor regalo que puede dar la vida. Felicidades a los dos.
A las diez, a veces a las nueve, las chicas de antes llegaban a casa a la hora en que ahora se duchan las chavalillas, antes de salir. En mi casa no me presionaban con la hora, pero recuerdo que mis amigas volvían nerviosas, con ansiedad incluso. Libertad era un sueño, para tantas cosas.
Curas obreros, ahora no hay.
Besos, Luz. Buena pintura de los sesenta.
jueves, 28 marzo, 2024
Beethovin... Que sepas que la novena sigue siendo mi pieza favorita.
viernes, 29 marzo, 2024
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