Andrea en
este domingo del 23 de noviembre de 2014, sabe que no va a poder
salir a la calle . Se encuentra muy cansada. Su camino hacia los
noventa años está ya muy próximo y a pesar de la buena
temperatura y el sol entre nubes que luce en la Ciudad Condal, nota
que sus fuerzas se van agotando.
Ha cogido
un pequeño resfriado y decide quedarse en la cama. Mañana lunes
vendrá la señora que le cuida y la acompañará hasta el
ambulatorio para que la mire su doctora de cabecera.
Puede que
tenga algo de fiebre porque le parece que un letargo de ensueños la
va envolviendo. De vez en cuando se despierta agitada. Ha soñado con
su tío Juan y toda aquella historia del callejear en la noche para
adentrarse en el corazón del Barrio Chino, cuando el niño de él y
su mujer , se puso tan malito y cómo ella le acompañó, pasando
toda clase de miedos, en la búsqueda de Gloria.
En otro de
sus sopores, ha oído cómo la madre de Ena le estaba contando en
un susurro, su historia de amor, casi inverosímil, con su tío
Román.
Ya a eso
de las nueve de la noche, se notó algo más despejada y el hambre
que no había aparecido en todo el día, se hizo más presente.
Decidió levantarse y comerse un yogur en el sillón que
tanto le gustaba y tan cómoda se sentía. Miró en la mesita pequeña
donde se encontraba la lámpara y recordó que estaba leyendo un
libro . Era del poeta José Hierro, poeta al que llegó a conocer en
aquello años que estuvo empleada en la capital de España,
haciendo el trabajo que le había proporcionado el padre de Ena,
cuando dejó Barcelona.
Cogió el
libro de tapas rojas donde se podía leer el título: Cuaderno de
Nueva York y abrió una página al azar, entonces leyó en voz alta,
como se debe de leer la poesía.
Toda la casa quedó envuelta en las
palabras de Andrea:
VIDA
A Paula
Romero
Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar
de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.
Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!».
Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!».
Ahora sé que
la nada lo era todo,
y todo era ceniza de la nada.
No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión
lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada.)
Qué más da que la nada fuera nada
si más
nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.
Etiquetas: Carmen Laforet Nada, Lectura de la Acequia
8 Comments:
Uno de los mejores poemas de la poesía española.
Y qué forma más oportuna de enlazarlo con las dos fiebres de Andrea.
Un beso.
jueves, 27 noviembre, 2014
Qué bien lo has cerrado con ese poema de gritos como bofetadas entre el Todo y la Nada.
Besos
jueves, 27 noviembre, 2014
He leído completo tu aporte, muy buena tu recreación del personaje de Andrea y como postre, la guinda final del poema. Recuerdo muy bien bien la Basílica Sta María del Mar, que visité en mi último viaje a Barcelona. Me pareció entrañable el encuentro de los dos amigos -ya viejitos- en ella.
Besos
viernes, 28 noviembre, 2014
Enternecedora esta Andrea nonagenaria.
viernes, 28 noviembre, 2014
Enternecedora esta Andrea nonagenaria.
viernes, 28 noviembre, 2014
Se puede considerar que Andrea en la tercera edad, ya cumplió, queda agradecerle que nos contara su historia, y a tí, como intermediaria.
Besos.
viernes, 28 noviembre, 2014
La nonagenaria Andrea recordará como si fuera hoy aquel recorrido nocturno por el Barrio Chino, con Gloria buscando dinero para su hijo enfermo. Y qué sorpresa, Gloria sólo jugaba...a las cartas.
Y recordará lo que un día sintió al conocer a su tío Román. ¿Sintió algo?
Antes de ir a la nada, Andrea nos ha visitado. Se envolverá en un manto de niebla y tomará la estación que no tiene punto cardinal.
Nada es todo.
Besos, Luz.
sábado, 29 noviembre, 2014
Muy buena aportación de Luz cerrando un final abierto
Besos
martes, 02 diciembre, 2014
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