domingo, julio 14, 2024

BURGOS, CIUDAD DE LA MESETA

                                                                                                           

                                                                                                            


El recuerdo que tengo de  la primera vez que conocí Burgos, provincia en la que nací, se remonta allá por los últimos años de los cincuenta. Tendría yo unos ocho o nueve  y eso se debió a que mi tía Cayetana, la  cocinera de los señores Plaza,  de la que ya he  escrito en este blog, me llevó unos días de verano a pasarlos  con ella. 


La imagen que más se repite en mi mente,  son los helados que mi tía me  compraba en el Paseo del Espolón. Caminábamos por este popular paseo  a  diario,  porque la casa de los señores Plaza, estaba muy cerca, un poco tirando hacia el Castillo que yo  podía ver, si me asomaba a la ventana de la cocina. Por ello el sabor de estos helados, sigue en mi mente sin olvido.  Ahora cuando vuelvo a transitar por el  conocidísimo paseo, recuerdo muy bien los sabores  guardados  en mi mente  de nata y vainilla, siendo mi  preferido el del chocalate que por entones, mi  generosa tía me compraba.


 Cuando a veces me he sentado en sus magníficas terrazas con mi amiga Mª Ángeles y tomamos  el suculento chocolate que hacen, acompañado de sus correspondientes seis  churros, todos los recuerdos de entonces, vuelven siempre a mi memoria, tanto los sabores, como los olores y lo que no recuerdo  bien son los árboles entrelazados que tanta sombra dan y adornan a este  conocidísimo paseo. Sin embargo no guardo recuerdo de las grandes estatuas de diferentes personajes importantes que se erigen a lo largo de este bulevar  que engancha con La Isla


Recuerdo que mi  tía también  nombraba mucho a otro lugar  llamado Fuentes Blancas, porque  en más de una ocasión,  ella cocinaba  de forma especial,  pues  debía ser el de su libranza, para trasladándonos a comer hasta esa grande y hermosa  arboleda, en los días del estío. 


Cómo mi estancia era en verano, para nada recuerdo el famoso frío de Burgos ¿Y la Catedral? Algo de su  reminiscencia  está en mí, pero no especialmente. Ahora, sin embargo, cuando vuelvo a  contemplar su belleza, no me canso de mirarla tanto en su parte exterior, como su interior.  No hace mucho, tuve la dicha de verla sola, pues siempre la he visitado en compañía  y he de deciros que fue una delicia admirarla , sin guía, disfrutando de lo que todos mis  sentidos me enseñaban y yo percibía.


Luis Cernuda,  nos describe esta ciudad gris y sin embargo, siempre acompañada por una luz especial que emana de sus propios edificios. En alguna ocasión la he visitado con nieve,  pero el frío es tan intenso que cuesta pararse y admirarla.  Por el contrario,  si  el  tiempo acompaña, me detengo al pasear  por la orilla del río Arlanzón, viendo su fauna y su flora, mientras se escucha el rumor del agua en su recorrido, atravesando puentes y más puentes  de diferentes formas y estructuras  y por supuesto con sus correspondientes nombres: San Pablo, Santa María, Bessón, Castilla, Malatos, San Amaro, Universidad......


Burgos, ciudad donde el frío puede ser protagonista, pero también lo  es toda la belleza que sus calles, plazas, árboles y paseos,  nos va mostrando cuando quedamos sorprendidos al contemplar, en las piedras de tanta historia, cómo nos van hablando al pasear en las diferentes estaciones del año, aunque hay un dicho popular que dice:  En Burgos no hay  más que  dos  estaciones, la del invierno y la del ferrocarril. 


(c) Texto y foto: Luz del Olmo Veros.




miércoles, mayo 29, 2024

EL/LA AMANTE



 



Sí, lectora o lector, me estoy refiriendo al agua que viene y va en  EL MAR/LA MAR, como también lo hace Cernuda en su título,  para escribir por ese amor  que siente hacia el   MAR ,  al igual  que lo  nombra su compañero de Generación llamada del 27, Rafael Alberti, cuando llega a Madrid y escribe estos versos, tan conocidos:


El mar, la mar

¿por qué me trajiste padre 

a la ciudad?


 Otro de los amigos de Alberti y Cernuda, el  gran Federico García Lorca nos recuerda  en su poema FÁBULA Y RUEDA DE LOS TRES  AMIGOS de su libro Poeta en Nueva York,  en  su última estrofa: 

                         Ya no me  encontraron

                    ¿No me encontraron?

                    No.  No me encontraron.

   Pero se supo que la sexta luna huyó torrente  arriba,                     

    y que  el mar recordó ¡de pronto!

    los nombres de todos sus ahogados


Los años en la  vida de una persona qué son sino olas  en constante repetición, una detrás de otra: iguales  y distintas,  pues aunque parezcan similares, siempre tienen alguna variación en su forma, fuerza y  color, como los  días,   en el pasar del tiempo que  es  nuestro vivir.


Aunque en otras entradas, haya dejado escrito sobre el agua que nos cubre  a la  tierra, diré que mi amante, en relación al mar, es  el Cantábrico, aunque el Atlántico, tampoco está nada mal y no descarto el tranquilo Mediterráneo, porque amo a  todo lo que sean olas que van y vienen, vienen y van sin  reposo ni descanso,  en  su ritmo que no cesa y quedo extasiada  en su  su vaivén, de esa masa de agua, tan cambiante en su color, al ser mirada por el cielo que no deja de observarla 


Mi amante favorita en este sentido es La playa de los Locos, a la que he escrito y descrito en más de una ocasión en este blog, porque siempre hay un amante o amada de agua que te impresiona más que las otras o los otros.  Eso me sucede a mí, con esta playa  cuyo flechazo me llegó  en la primera vez que nos miramos, como también existe en los  grandes amores. 


Este año pasado, conseguí no solo verla de lejos, como otras veces, pues  tiene una bajada bastante empinada, por ello  a pesar del frío de sus aguas, decidí  dejar que sus olas me acariciasen, no solo en los pies, sino también todo mi cuerpo, pero su frialdad, hizo que no me mantuviese mucho tiempo en nuestro contacto íntimo. Esta playa, en realidad es una pequeña cala que  en marea baja,  viene a visitar el mar, para cubrirla casi al completo en la llamada marea alta. 


Parece ser que según la  teoría de Oparín, venimos del mar. A mi siempre me ha gustado pensar  que  bien puede ser  así, por  ello, al mar, siempre vuelvo,  quizás influya el haber nacido en Castilla, que en realidad también es otro  mar en su paisaje y de forma especial en los meses de primavera y verano,  con la  extensión de sus campos en la meseta,  donde el horizonte se extiende allá, allá en el infinito.









(c) Texto y fotos: Luz del Olmo Veros 

miércoles, mayo 22, 2024

ESTÍO






                                


Llegó un momento que los estíos, ya no los pude  pasar a la sombra de mi padre y de mi madre. Mi vida había cambiado mucho con los años que no paraban en su movimiento constante,  dentro de su propia mutación. 


La casa donde nací, tenía luz con los cables  bien visibles en sus paredes enjalbegadas y donde los interruptores de encendido y apagado, me llevaban a  decir que  las  bombillas, nos obedecían,  si  dábamos un pellizco en la pared. 


Por el contrario, no podíamos disfrutar del agua corriente,  eso implicaba que la primera tarea de la jornada, consistía  en  ir con  el botijo y los cántaros vacíos, para llenarlos en la fuente  del pueblo que se encontraba y se encuentra a la orilla del Ayuntamiento, que sigue en vigor, pero no así las Escuelas donde ya no funcionan, como tales, aunque sí se utilizan de otra forma. 


Ahora, una de sus  aulas a la que podemos llamar  multiusos,  sirve como Capilla y también para celebrar alguna que otra reunión  que el pueblo necesita. Las paredes están llenas de estanterías formando una pequeña biblioteca, donde  los libros se fueron  acumulando y los pusimos con algo de orden,  para que el pueblo pueda leerlos cuando lo quiera o los necesite. También existe un archivo bien ordenado por la Diputación de Burgos, con papeles  de otros tiempos.


Siguiendo mis recuerdos en los años de mediados de los 60, los veranos en los pueblos, se iban  llenando después del éxodo a las ciudades de Madrid, Barcelona y Bilbao, viviendo todavía en la dictadura franquista, aunque ya algo más atenuada y no era tan férrea como en épocas anteriores. 


Mi madre por aquellos años se quedó sola en la casa  donde todos sus hijos habían nacido y ninguno estaba para acompañarla: Rafael seguía  y sigue de sacerdote. Evencio había muerto en 1957 y Victoriano se marchó con un buen trabajo que le salió en Madrid. Y yo, seguí  con mis estudios en la capital.


Tengo que recordar y volver a dar las gracias a Cándida y Anastasio, aunque ya no estén con nosotros,  que en el otoño y el invierno  del año de 1964 y continuaron en el 1965,  estos  vecinos y  amigos, estuvieron muy pendiente de mi progenitora, acompañándola, en su soledad.


Al llegar las vacaciones de Navidad, yo  me fui con ella para pasarlas llenas de pena, en el recuerdo de su marido y mi padre muerto   y  en el verano siguiente,  volví a Pardilla  para vivir  mis tres meses de vacaciones, sin apenas salir de casa, porque por aquellas fechas el luto era muy riguroso. Recuerdo que aterricé en el pueblo   con una falda blanca y negra y un suerte también del mismo color. Era lo que se llamaba entonces el medio luto o alivio luto.  Por ello mi madre nada más llegar, me tenía preparado un vestido completamente negro, donde le añadió en pleno verano, unas medias y zapatos del mismo  color.


Al llegar el  comienzo del otoño y cuando la flores quitameriendas, van apareciendo por prados, eras  y praderas, decidimos que podríamos vivir en la capital de España, nuestra madre, Victoriano y yo. Así lo hicimos y pasamos a  la época de mi naciente juventud, donde ya he contado algo en mis anteriores entradas. 


(c) Texto y fotos: Luz del Olmo Veros


domingo, mayo 12, 2024

APRENDIENDO EL OLVIDO













¿Cuándo llegué a conocer el Retiro de Madrid, teniendo en cuenta que estuve  viviendo a poca distancia de este magnífico parque? No lo sé, pero de lo que sí estoy segura es cómo  su visita,  en cualquiera estación del año,   se asemeja bastante a esos placeres  de la vida, que  son imprescindibles. 


Lo que  tengo claro  en mi ahora, es  lo bien que me siento cuando  doy un  paseo   por los senderos, contemplando  el verde de las praderas y  los colores   distintos de las rosas  en  su famosa Rosaleda.  Observar  los animales, buscar las flores, admirar los árboles y también las aguas,  en pequeños regatos y estanques artificiales. Quedar sorprendida por  las  exposiciones en El Palacio de Cristal, La Casa de Vacas, o el Palacio de Velázquez. Poder ir a  su  Biblioteca. Detenerme en sus estatuas  que representan a diferentes personas ilustres de nuestra historia. Las casas y casitas, de cuentos de hadas y muy especial  sus  cantarinas fuentes. El caminar por los  anchos paseos  siempre rodeados de naturaleza y  también de todo tipo de personas, andando siempre de un lugar a otro, o ver las pequeñas barcas en el  Estanque Grande del Buen Retiro. Si el paseo es por la  tarde, detenerme para observar cómo a lo lejos, se  va ocultando el sol en su atardecer. 


He de confesar  que las fechas cuando más disfruto, son en esos primeros días de septiembre, aún sin llegar el otoño y  cuando el verano poco a poco, se va agostando en su propio paisaje.


Me  gustan esos días  para pasearlos en la soledad con todo lo que me rodea, porque este parque es bello y más  cuando te aísla, de  todo lo que ocurre en la gran ciudad. Allí, el tono es reposado, tranquilo, aunque últimamente puede haber bastante tráfico de bicicletas, patinetes  y demás artilugios modernos que  se supone no hacen ruido, pero sí tienen ruedas. No obstante,  es en ese remanso de paz y tranquilidad, donde se puede pensar mientras paseas y  hasta  llegas a olvidar, alguna que  otra pena que te  puede estar rondando y  quisieras superar, pues ya la llevas arrastrando con el paso de los años, pero que no se va, se queda ahí, quieta contigo y me temo que es para   siempre.


Más de una  vez y al mirar las casas que se levantan hasta el cielo, en el horizonte, me he preguntado quién serían los  afortunados o afortunadas vecinas que podrían vivir  en las torres altas que se divisan por encima de los árboles, en este tiempo y también en  otros anteriores, cuando Madrid, era distinto porque bien se puede decir de la Capital  aquello de ¡Quién te ha  visto y quién te ve!


Al leer la prosa poética APRENDIENDO OLVIDO, y cuando estamos en el mes de mayo de este 2024,   pienso en  la ubicación  de esa casa donde el poeta sevillano, se encontraba con su  amor prohibido, para  escribir:  Por el balcón abierto, frente al cual se extendía a lo lejos, las frondas espesas del parque, venía otra vez hasta ti, más insistente y concreto,  el aroma de las acacias mojadas de lluvia y las estrellas parecían más límpidas y próximas que antes allá abajo desde la calle ¿Cuál era el sueño? ¿ El sufrimiento interior o el  goce exterior, de la piel, del olfato, al sentir la caricia del aire limpio ya y frío de la madrugada, pasado  con aroma de flor y humedad de  lluvia, en la primavera  del tiempo humano?


Es imposible superar la belleza de estas palabras que Luis Cernuda escribió en estas prosas poéticas, a las que voy siguiendo, hurtando un poco sus títulos. 



 (c) Texto y foto: Luz del Olmo Veros

martes, mayo 07, 2024

EL MAR, SIEMPRE EL MAR


Te conocí por la noche, cuando todo estaba oscuro  y en tu playa  sentí las piedras que te iban acompañando. Me diste miedo en el sonido. Te imaginaba, grande, enorme, infinito y con mucho poder. 


Yo que nací en el  corazón de Castilla, llegué a ti,  con mis diecisiete años cumplidos. Unos meses antes Mari Tere, mi amiga de entonces y que ahora he recuperado, me convenció para que viajaramos  juntas a Estepona (Málaga)  y   fue allí, en esa playa poco arenosa de aquellos  años de 1966, cuando  ella, me indicó  que no tuviese miedo y que al  volver a verte con la luz de la mañana, bien  podía quedar sorprendida, al mirar  toda tu belleza.


Y así fue, pero me seguías dando algo de  temor. Tus aguas ya eran azules y no negras, como yo las imaginé en la noche anterior  y comencé  a caminar, con mucha cautela por la orilla, donde con tus constantes olas, ibas y volvías   sin esconder tu ruido. Se calmó un poco mi  alerta, porque veía tu agua cristalina y limpia que acariciaba mis pies. No obstante, si te acercabas más de lo normal, para jugar con  tus olas,  creía que en un momento de mi despiste, me llevarías contigo. Algo imposible, pero el miedo a lo que no conoces, tiene por real, lo que solo es imaginario. 


Con el tiempo nos fuimos haciendo amigos tú y yo, porque la atracción de tus aguas, era más fuerte que aquel pavor del principio,  aunque siempre fui muy cautelosa contigo y si ahora disfruto  con tus malas pasadas, cuando la ola llega sin avisar, todavía me queda algo de aquella imagen de nuestro primer encuentro.


Aprendí a nadar muy poco, por eso lo que más me gusta es caminar hundiendo mis  pies, en la arena fina de tus playas, mientras miro y observo, todo lo que se va extendiendo a nuestro alrededor, para oír esa canción que en la oscuridad querías cantarme y yo, por desconocimiento,  solo podía temblar .


Después te he visitado en varios lugares, donde ejerces no solo de mar sino que llegas hasta ser un océano, siempre con  tus olas,  iguales pero  distintas y  en más de una ocasión,  a veces  me has pillado ensimismada mirándote y aunque  enamorada de  ti,  sin ser capaz de alejarme  demasiado de tu orilla, quizás esa cautela que tuve al conocerte, se quedó incrustado en  mi mente,  para  permanecer  a lo largo de los años.


También  te  he visitado desde barcos pequeños,  medianos,  grandes... y hasta en más de una ocasión, he dormido en ellos, porque mis viajes hacia a  ti,  han recorrido los diferentes lugares donde te encuentras  y así,  te he  conocido en ciudades  y  pueblos de Europa, donde  las playas  grandes y bellas, se van sucediendo,  pero donde tus aguas no son  tan cálidas, como las que bañas en nuestras costas de España. Lo que sí me llamaba la atención era en algunos lugares como en Francia o Reino Unido,  junto a los Países Nórdicos, tus subidas y bajadas en esas mareas que te da por mover tanto el agua, eran rápidas y espectaculares  y comparándolas con las que he visto en nuestras costas españolas,  son, algo más comedidas.


Si algo distinto quedó en mi retina, fue aquella vez que vimos    cómo la nieve en un mes de abril, había llegado hasta las playas de Riga en Letonia.  Yo no he vuelto a ver una playa tan nevada, como la que entonces disfruté por su gran novedad. 


Allá en los lugares dónde puedes llegar con tus subidas  y bajadas de agua, también tendrás  su belleza,  cuando vas recogiendo a los ríos en un gran caudal, para arrastrarlos contigo  y donde te sentirás, con un gran poder. Por ello creo que un poquito del miedo que sentí al conocerte también lo saben todas las personas que te conocen, te cuidan y viven de ti y  sino hay  miedo, si al menos, mucho respeto. Nos has demostrado que tu furia, puede hacer también mucho daño, por ello al contemplarte,  te suelo mirar desde lejos. 


 



(c) texto y foto: Luz del Olmo Veros 





            

viernes, mayo 03, 2024

MÚSICA CLÁSICA

 


                                                MÚSICA                                                                              

La música es un juego,

de el aire con el tiempo.


La música es la paz.


La música es instante

indescriptible y bello.


La música es abril.


La música es la sombra 

de recuerdos inciertos.


La música es el mar.


La música es la nada

tan llena de silencios....


La música es la luna

que sale a pasear.




No recuerdo si alguna vez las monjas agustinas con las que estuve estudiando, desde los diez hasta los dieciséis  años,  me llevaron  a algún concierto de música clásica; posiblemente no lo fue, porque sí   está en mi memoria, ir al  cine  y  ver la película Rayo de luz,  interpretada por la ya famosísima Marisol, saliendo a saludarnos de forma presencial. También recuerdo como hice el álbum de cromos, de esta película, que por aquellos años de los  sesenta, eran nuestros entretenimientos.  


He olvidado cuando fue la primera vez que vi de cerca y en directo todos los instrumentos musicales de una orquesta, pero sí está en mi memoria el  ir  al Auditorium de Madrid, para escuchar en vivo y en directo,  la música llamada clásica, de los   grandes compositores. La última vez fue en el año que hemos comenzado y disfruté mucho yendo con mi hijo Julio.  


Las entradas nos situaron detrás de la orquesta  y fue una delicia el estar allí,  no solo por las obras inmortales que estaban tocando  de los  grandes compositores que en el mundo han sido, sino también, porque al estar detrás de los músicos, contemplas muy bien, cómo el director dirige a su orquesta, viéndole de frente y cómo se van alternando estos músicos con sus diferentes instrumentos,  para luego formar esas maravillosas sinfonías que permanecen a lo largo de sus siglos.


Hubo un tiempo, ya lo he dejado escrito por aquí,  que las notas de la música  clásica, inundaban nuestras vidas, con aquellas cintas de casete que tanto utilizábamos, mientras hacíamos las tareas rutinarias del día a día, pero ahora, en nuestros siglo XXI,  han llegado a ser reliquias, de un pasado no tan lejano, sustituyéndolo  por otros soportes, en una velocidad nunca imaginada, donde los deseos están al alcance de nuestra mano,  sin darnos tiempo al reposo.


Siempre fue y lo sigue siendo, uno de mis compositores favoritos Johannes Bhrams,   con sus Danzas Húngaras y   su Primera  Sinfonía, también el melancólico Chopen y  es que el piano, ha sido y es mi instrumento musical favorito.  Por ello, una de mis mayores frustraciones, es no saber tocarlo.  De casualidad, tengo un   órgano electrónico en casa y antes hubo otro que ahora mora en el cuarto de los trastos viejos y eso que es una joya labrada a mano por  mi marido en sus  ratos libres. Es  por  todo ello que  de vez en cuando, intento tocar esas melodías tan simples como son las de Muñequita Linda o aquel  Frère Jacques, que en un tiempo tuve  que aprender cuando estudiaba ese Magisterio que no me dio su  título.

El tiempo pasa, la vida sigue, pero la  buena música,  permanece eterna.



(c) Texto y fotos: Luz del Olmo Veros

   

(1) ( Poema copiado de mi libro de poemas: Pequeña música para la luna,  publicado en el año  2008 en la editorial Verbum).


lunes, abril 29, 2024

DESTINO

 




Nuestras vidas son los ríos

 que van a dar a la mar..

   Jorge Manrique                                                                  


                                                                             

Un hombre baja

por la ribera del río

cansado ya de la tarde, 

cansado de tanto frío.


Triste, mira su amanecer 

 y se pregunta:

yo, ¿a qué he venido? 


Solo el murmullo de agua 

responde:

a caminar,  con distinta agua,

por el mismo río.



Este fue uno de mis primeros poemas  que escribí y que  sigue inédito, dejándolo aquí por primera vez,  porque desde que era pequeña ese ruido del agua, siempre me ha acompañado y  quedo   en éxtasis,  cuando  contemplo  las cascadas,  que siguen en su empeño, de trasportar innumerables gotas de agua,  con ritmo y sin pausa en sus pequeños y grandes caudales. 


He conocido unas cuantas  cataratas y  en especial  las que  se encuentran en  la provincia de Burgos,  como las del valle de Tobalina  y aquella que  la naturaleza me regaló,  en el pueblo de Covanera  cuando:  

                            

Yo me encontré,

sola ante la cascada

siendo feliz .

                                                

Lo que también aumenta mi contento  es ese pequeño ruidito que el agua cristalina hace, como ha ocurrido en esta reciente primavera,  cuando por  sorpresa observo cómo el  cauce del  Arroyo  de Pardilla, tanto  tiempo  en su sequía,  se decide a mostrarme  una corriente pequeña de  agua pura y cristalina,  en pequeñitas cascadas, porque  paseo por sus alamedas, donde unos árboles más que centenarios, fueron talados hace unos años y  yo no he hallado el motivo, de tales talas. 


El Arroyo de Ríofresno con su alameda, también tiene sus pequeños sonidos, mientras paseo por la orilla de este lugar  con mis inolvidables recuerdos, pues el propio arroyo, pasa por medio de un camino y así se va formando una balsa,  con el agua que vierte  el manantial  de la La  fuente de los pájaros,  para unirse a lo que viene  desde  su nacimiento en el  término de Honrubia.


Creo  que esta atracción por el sonido del agua, pura y cristalina, me viene desde mi niñez,  cuando en un terreno  tan de secano,  oigo ese canto tan parecido al  de los pájaros que  allí  beben, mientras mariposas  de diferentes colores, revolotean  y no escuchan ¿o sí?  ese silencio impactante que tiene la soledad cuando es deseada, solo interrumpido por el  murmullo   monótono y suave , de las gotas de agua que van lavando las `piedras de su camino, para formar su pequeña canción en constante movimiento, mientras recorren su cauce sin nunca  mirar atrás.


Todo tiene su comienzo  y su final. Sabemos dónde empezamos, también vamos conociendo los caminos que forman nuestros trayectos, pero el  destino de pasar de un arroyo, a otro más grande, llegando a un río  y este río a otro, y así   hasta su final en el mar, que nos llevará al Océano y...   ese otro después ¿dónde termina? ¿Quizás en el infinito?   


De de lo  que sí  estamos seguros,  es que no habrá una  vuelta atrás, porque cada instante que pasa, por mucho que lo deseemos, jamás, jamás, vuelve . El  agua continua por sus cauces, pero las gotas que lo forman, son  como las golondrinas de Bécquer: ¡esas, no  volverán! 




(c) Texto y fotos: Luz del Olmo Veros