domingo, mayo 12, 2024

APRENDIENDO EL OLVIDO













¿Cuándo llegué a conocer el Retiro de Madrid, teniendo en cuenta que estuve  viviendo a poca distancia de este magnífico parque? No lo sé, pero de lo que sí estoy segura es cómo  su visita,  en cualquiera estación del año,   se asemeja bastante a esos placeres  de la vida, que  son imprescindibles. 


Lo que  tengo claro  en mi ahora, es  lo bien que me siento cuando  doy un  paseo   por los senderos, contemplando  el verde de las praderas y  los colores   distintos de las rosas  en  su famosa Rosaleda.  Observar  los animales, buscar las flores, admirar los árboles y también las aguas,  en pequeños regatos y estanques artificiales. Quedar sorprendida por  las  exposiciones en El Palacio de Cristal, La Casa de Vacas, o el Palacio de Velázquez. Poder ir a  su  Biblioteca. Detenerme en sus estatuas  que representan a diferentes personas ilustres de nuestra historia. Las casas y casitas, de cuentos de hadas y muy especial  sus  cantarinas fuentes. El caminar por los  anchos paseos  siempre rodeados de naturaleza y  también de todo tipo de personas, andando siempre de un lugar a otro, o ver las pequeñas barcas en el  Estanque Grande del Buen Retiro. Si el paseo es por la  tarde, detenerme para observar cómo a lo lejos, se  va ocultando el sol en su atardecer. 


He de confesar  que las fechas cuando más disfruto, son en esos primeros días de septiembre, aún sin llegar el otoño y  cuando el verano poco a poco, se va agostando en su propio paisaje.


Me  gustan esos días  para pasearlos en la soledad con todo lo que me rodea, porque este parque es bello y más  cuando te aísla, de  todo lo que ocurre en la gran ciudad. Allí, el tono es reposado, tranquilo, aunque últimamente puede haber bastante tráfico de bicicletas, patinetes  y demás artilugios modernos que  se supone no hacen ruido, pero sí tienen ruedas. No obstante,  es en ese remanso de paz y tranquilidad, donde se puede pensar mientras paseas y  hasta  llegas a olvidar, alguna que  otra pena que te  puede estar rondando y  quisieras superar, pues ya la llevas arrastrando con el paso de los años, pero que no se va, se queda ahí, quieta contigo y me temo que es para   siempre.


Más de una  vez y al mirar las casas que se levantan hasta el cielo, en el horizonte, me he preguntado quién serían los  afortunados o afortunadas vecinas que podrían vivir  en las torres altas que se divisan por encima de los árboles, en este tiempo y también en  otros anteriores, cuando Madrid, era distinto porque bien se puede decir de la Capital  aquello de ¡Quién te ha  visto y quién te ve!


Al leer la prosa poética APRENDIENDO OLVIDO, y cuando estamos en el mes de mayo de este 2024,   pienso en  la ubicación  de esa casa donde el poeta sevillano, se encontraba con su  amor prohibido, para  escribir:  Por el balcón abierto, frente al cual se extendía a lo lejos, las frondas espesas del parque, venía otra vez hasta ti, más insistente y concreto,  el aroma de las acacias mojadas de lluvia y las estrellas parecían más límpidas y próximas que antes allá abajo desde la calle ¿Cuál era el sueño? ¿ El sufrimiento interior o el  goce exterior, de la piel, del olfato, al sentir la caricia del aire limpio ya y frío de la madrugada, pasado  con aroma de flor y humedad de  lluvia, en la primavera  del tiempo humano?


Es imposible superar la belleza de estas palabras que Luis Cernuda escribió en estas prosas poéticas, a las que voy siguiendo, hurtando un poco sus títulos. 



 (c) Texto y foto: Luz del Olmo Veros

martes, mayo 07, 2024

EL MAR, SIEMPRE EL MAR


Te conocí por la noche, cuando todo estaba oscuro  y en tu playa  sentí las piedras que te iban acompañando. Me diste miedo en el sonido. Te imaginaba, grande, enorme, infinito y con mucho poder. 


Yo que nací en el  corazón de Castilla, llegué a ti,  con mis diecisiete años cumplidos. Unos meses antes Mari Tere, mi amiga de entonces y que ahora he recuperado, me convenció para que viajaramos  juntas a Estepona (Málaga)  y   fue allí, en esa playa poco arenosa de aquellos  años de 1966, cuando  ella, me indicó  que no tuviese miedo y que al  volver a verte con la luz de la mañana, bien  podía quedar sorprendida, al mirar  toda tu belleza.


Y así fue, pero me seguías dando algo de  temor. Tus aguas ya eran azules y no negras, como yo las imaginé en la noche anterior  y comencé  a caminar, con mucha cautela por la orilla, donde con tus constantes olas, ibas y volvías   sin esconder tu ruido. Se calmó un poco mi  alerta, porque veía tu agua cristalina y limpia que acariciaba mis pies. No obstante, si te acercabas más de lo normal, para jugar con  tus olas,  creía que en un momento de mi despiste, me llevarías contigo. Algo imposible, pero el miedo a lo que no conoces, tiene por real, lo que solo es imaginario. 


Con el tiempo nos fuimos haciendo amigos tú y yo, porque la atracción de tus aguas, era más fuerte que aquel pavor del principio,  aunque siempre fui muy cautelosa contigo y si ahora disfruto  con tus malas pasadas, cuando la ola llega sin avisar, todavía me queda algo de aquella imagen de nuestro primer encuentro.


Aprendí a nadar muy poco, por eso lo que más me gusta es caminar hundiendo mis  pies, en la arena fina de tus playas, mientras miro y observo, todo lo que se va extendiendo a nuestro alrededor, para oír esa canción que en la oscuridad querías cantarme y yo, por desconocimiento,  solo podía temblar .


Después te he visitado en varios lugares, donde ejerces no solo de mar sino que llegas hasta ser un océano, siempre con  tus olas,  iguales pero  distintas y  en más de una ocasión,  a veces  me has pillado ensimismada mirándote y aunque  enamorada de  ti,  sin ser capaz de alejarme  demasiado de tu orilla, quizás esa cautela que tuve al conocerte, se quedó incrustado en  mi mente,  para  permanecer  a lo largo de los años.


También  te  he visitado desde barcos pequeños,  medianos,  grandes... y hasta en más de una ocasión, he dormido en ellos, porque mis viajes hacia a  ti,  han recorrido los diferentes lugares donde te encuentras  y así,  te he  conocido en ciudades  y  pueblos de Europa, donde  las playas  grandes y bellas, se van sucediendo,  pero donde tus aguas no son  tan cálidas, como las que bañas en nuestras costas de España. Lo que sí me llamaba la atención era en algunos lugares como en Francia o Reino Unido,  junto a los Países Nórdicos, tus subidas y bajadas en esas mareas que te da por mover tanto el agua, eran rápidas y espectaculares  y comparándolas con las que he visto en nuestras costas españolas,  son, algo más comedidas.


Si algo distinto quedó en mi retina, fue aquella vez que vimos    cómo la nieve en un mes de abril, había llegado hasta las playas de Riga en Letonia.  Yo no he vuelto a ver una playa tan nevada, como la que entonces disfruté por su gran novedad. 


Allá en los lugares dónde puedes llegar con tus subidas  y bajadas de agua, también tendrás  su belleza,  cuando vas recogiendo a los ríos en un gran caudal, para arrastrarlos contigo  y donde te sentirás, con un gran poder. Por ello creo que un poquito del miedo que sentí al conocerte también lo saben todas las personas que te conocen, te cuidan y viven de ti y  sino hay  miedo, si al menos, mucho respeto. Nos has demostrado que tu furia, puede hacer también mucho daño, por ello al contemplarte,  te suelo mirar desde lejos. 


 



(c) texto y foto: Luz del Olmo Veros 





            

viernes, mayo 03, 2024

MÚSICA CLÁSICA

 


                                                MÚSICA                                                                              

La música es un juego,

de el aire con el tiempo.


La música es la paz.


La música es instante

indescriptible y bello.


La música es abril.


La música es la sombra 

de recuerdos inciertos.


La música es el mar.


La música es la nada

tan llena de silencios....


La música es la luna

que sale a pasear.




No recuerdo si alguna vez las monjas agustinas con las que estuve estudiando, desde los diez hasta los dieciséis  años,  me llevaron  a algún concierto de música clásica; posiblemente no lo fue, porque sí   está en mi memoria, ir al  cine  y  ver la película Rayo de luz,  interpretada por la ya famosísima Marisol, saliendo a saludarnos de forma presencial. También recuerdo como hice el álbum de cromos, de esta película, que por aquellos años de los  sesenta, eran nuestros entretenimientos.  


He olvidado cuando fue la primera vez que vi de cerca y en directo todos los instrumentos musicales de una orquesta, pero sí está en mi memoria el  ir  al Auditorium de Madrid, para escuchar en vivo y en directo,  la música llamada clásica, de los   grandes compositores. La última vez fue en el año que hemos comenzado y disfruté mucho yendo con mi hijo Julio.  


Las entradas nos situaron detrás de la orquesta  y fue una delicia el estar allí,  no solo por las obras inmortales que estaban tocando  de los  grandes compositores que en el mundo han sido, sino también, porque al estar detrás de los músicos, contemplas muy bien, cómo el director dirige a su orquesta, viéndole de frente y cómo se van alternando estos músicos con sus diferentes instrumentos,  para luego formar esas maravillosas sinfonías que permanecen a lo largo de sus siglos.


Hubo un tiempo, ya lo he dejado escrito por aquí,  que las notas de la música  clásica, inundaban nuestras vidas, con aquellas cintas de casete que tanto utilizábamos, mientras hacíamos las tareas rutinarias del día a día, pero ahora, en nuestros siglo XXI,  han llegado a ser reliquias, de un pasado no tan lejano, sustituyéndolo  por otros soportes, en una velocidad nunca imaginada, donde los deseos están al alcance de nuestra mano,  sin darnos tiempo al reposo.


Siempre fue y lo sigue siendo, uno de mis compositores favoritos Johannes Bhrams,   con sus Danzas Húngaras y   su Primera  Sinfonía, también el melancólico Chopen y  es que el piano, ha sido y es mi instrumento musical favorito.  Por ello, una de mis mayores frustraciones, es no saber tocarlo.  De casualidad, tengo un   órgano electrónico en casa y antes hubo otro que ahora mora en el cuarto de los trastos viejos y eso que es una joya labrada a mano por  mi marido en sus  ratos libres. Es  por  todo ello que  de vez en cuando, intento tocar esas melodías tan simples como son las de Muñequita Linda o aquel  Frère Jacques, que en un tiempo tuve  que aprender cuando estudiaba ese Magisterio que no me dio su  título.

El tiempo pasa, la vida sigue, pero la  buena música,  permanece eterna.



(c) Texto y fotos: Luz del Olmo Veros

   

(1) ( Poema copiado de mi libro de poemas: Pequeña música para la luna,  publicado en el año  2008 en la editorial Verbum).