APRENDIENDO EL OLVIDO
Lo que tengo claro en mi ahora, es lo bien que me siento cuando doy un paseo por los senderos, contemplando el verde de las praderas y los colores distintos de las rosas en su famosa Rosaleda. Observar los animales, buscar las flores, admirar los árboles y también las aguas, en pequeños regatos y estanques artificiales. Quedar sorprendida por las exposiciones en El Palacio de Cristal, La Casa de Vacas, o el Palacio de Velázquez. Poder ir a su Biblioteca. Detenerme en sus estatuas que representan a diferentes personas ilustres de nuestra historia. Las casas y casitas, de cuentos de hadas y muy especial sus cantarinas fuentes. El caminar por los anchos paseos siempre rodeados de naturaleza y también de todo tipo de personas, andando siempre de un lugar a otro, o ver las pequeñas barcas en el Estanque Grande del Buen Retiro. Si el paseo es por la tarde, detenerme para observar cómo a lo lejos, se va ocultando el sol en su atardecer.
He de confesar que las fechas cuando más disfruto, son en esos primeros días de septiembre, aún sin llegar el otoño y cuando el verano poco a poco, se va agostando en su propio paisaje.
Me gustan esos días para pasearlos en la soledad con todo lo que me rodea, porque este parque es bello y más cuando te aísla, de todo lo que ocurre en la gran ciudad. Allí, el tono es reposado, tranquilo, aunque últimamente puede haber bastante tráfico de bicicletas, patinetes y demás artilugios modernos que se supone no hacen ruido, pero sí tienen ruedas. No obstante, es en ese remanso de paz y tranquilidad, donde se puede pensar mientras paseas y hasta llegas a olvidar, alguna que otra pena que te puede estar rondando y quisieras superar, pues ya la llevas arrastrando con el paso de los años, pero que no se va, se queda ahí, quieta contigo y me temo que es para siempre.
Más de una vez y al mirar las casas que se levantan hasta el cielo, en el horizonte, me he preguntado quién serían los afortunados o afortunadas vecinas que podrían vivir en las torres altas que se divisan por encima de los árboles, en este tiempo y también en otros anteriores, cuando Madrid, era distinto porque bien se puede decir de la Capital aquello de ¡Quién te ha visto y quién te ve!
Al leer la prosa poética APRENDIENDO OLVIDO, y cuando estamos en el mes de mayo de este 2024, pienso en la ubicación de esa casa donde el poeta sevillano, se encontraba con su amor prohibido, para escribir: Por el balcón abierto, frente al cual se extendía a lo lejos, las frondas espesas del parque, venía otra vez hasta ti, más insistente y concreto, el aroma de las acacias mojadas de lluvia y las estrellas parecían más límpidas y próximas que antes allá abajo desde la calle ¿Cuál era el sueño? ¿ El sufrimiento interior o el goce exterior, de la piel, del olfato, al sentir la caricia del aire limpio ya y frío de la madrugada, pasado con aroma de flor y humedad de lluvia, en la primavera del tiempo humano?
Es imposible superar la belleza de estas palabras que Luis Cernuda escribió en estas prosas poéticas, a las que voy siguiendo, hurtando un poco sus títulos.
(c) Texto y foto: Luz del Olmo Veros