miércoles, diciembre 31, 2014

LA SONRISA ROBADA

Foto tomada del Norte de Castilla

El libro que estamos leyendo  de José Antonio Abella, creo que está lleno de humanidad, en toda la extensión de la palabra, porque todas las luces y las sombras que llevamos las personas , se nos manifiestan aquí.

El sueño de un  enamoramiento en la distancia,  que  los dos protagonistas  de esta historia, la joven alemana Edelgard y  el poeta español José Fernández  viven, amando la imagen que cada uno, se ha formado del otro a través de las correspondencia  mantenida a lo largo de los años,   es la aldaba a la que se agarran tanto uno como otra, para así poder sobrevivir y curar unas heridas  que las guerras de uno y otro país,  han dejado en ellos.

Junto a esas luces de ternura, cariño, amor, valentía, coraje y sensibilidad, se nos muestran también las sombras que poseemos las personas  cuando  se desata en nosotros la violencia y la barbarie, sustentadas en la arrogancia de un poder conseguido por la fuerza, capaz de cometer las peores atrocidades. 

Junto a los dos protagonistas y su historia, se nos va intercalando  otra  crónica donde  el  narrador es el propio autor de este libro y  su proceso de investigación y buceo en cómo  se ha ido gestando la novela,  porque él, ha quedado atrapado, seducido en la historia de lo que nos está narrando, de tal forma que es un personaje más, consiguiendo que  dudemos cuando él duda, nos alegremos o nos quedemos tristes y desilusionados, según sean sus hallazgos,  y es entonces cuando  yo como lectora,  quedo contagiada  de esa facultad, tan humana, que es la seducción.

Uno de los capítulos que más me ha impresionado de los que llevo leídos, voy por el 23, es el titulado: El Nombre del padre, tanto es así que al leer su primera parte, me inspiró este poema

El tiempo se me vuelve
inconsciente vestimenta de los días
y recuerdo, sin quererlo,
tu presencia inexistente
que se fue apagando
como el  último  fuego
que queda en el rescoldo
de unas brasas decididas
a no irse.

Por la noche me perturbas
y reclamas  mi atención
en fatales pesadillas.

Te has ido, te has ido
me repito sin saberlo
y en mi búsqueda,
voy descubriendo,
tu fatal desenlace
que anunciaste en los sueños,
preguntándole a mi culpa ,
si eres un espíritu engañoso
 o  viniste a revelarme
lo que nunca yo,
quise saber.
                                                Luz del Olmo

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sábado, diciembre 27, 2014

LA MASTINA





                                        Para nuestro querido profesor Pedro Ojeda,

                                                       que tanto nos impulsa a escribir.

No sé a vosotros, pero a mí con cierta frecuencia me ocurren acontecimientos que guardo en la memoria, no sin antes pensar  en  cómo escribirlos.

Después de un tiempo indeterminado, nos podemos encontrar con una historia parecida a la que nosotros hemos vivido sin dejar constancia de ella y es entonces cuando reaccionamos.

Así me ha ocurrido hoy. He pasado por el blog La Acequia y al leer la nueva entrada de Pedro Ojeda: Palazuelo mis circuitos de memoria a largo plazo, han actuado y han recordado una historia similar a la que hace ya un año, viví. Al hacer el comentario correspondiente para contárselo a Pedro, no ha querido publicarse. Me ha dado por pensar que esta vez no ha sido la técnica , si no más bien, una equivocación de mi incosciente. Entonces he decidido que ya tenía entrada para este sábado.

La mañana de otro sábado de diciembre en tierras de segovianas , era límpia y fría. Mariano y yo sin hacer caso al hielo y su temperatura, nos desplazamos hasta los campos donde empezaba a  reverdecer  el cereal recién sembrado que acompañaba a un cielo sin nubes cubierto de un intenso azul.

Él se quedó en el coche trasteando con la emisora. Yo decidí coger uno de los caminos que me llevaban a no sabía dónde, pero conociendo lo mucho que iba a disfrutar con el paseo. Me gusta el caminar conmigo en la soledad de los paisajes.

Tan ensimismada iba en mis pensamientos que apenas percibí cómo algo me rozaba. Miré a mis lados y allí estaba, una perra- luego supe que lo era- grande, muy grande , blanca, muy blanca, que sin ladrar me miraba.

Al tener tan cerca el peligro, recordé que otra mastina, se acercó un día por mi casa, la eché algo de comer y desde entonces se hizo mi amiga. Ese recuerdo creo que me salvó. Decidí no tener miedo  y no hacer nada, tan solo darme la vuelta, desandando las dos el camino y haciéndonos compañía.

De pronto ella empezó a correr y yo, he de decirlo, respiré aliviada ( hay que tener en cuenta que estoy superando un ancestral miedo a los perros). Seguí andando algo más deprisa y al subir una pequeña cuesta descubrí como ella, la mastina, se encaminaba hasta el coche donde Mariano seguía con sus entretenimientos ajeno a todo lo que pasaba por el camino. Fue entonces cuando comprendí:

La perra blanca, muy blanca, grande, muy grande, la mastina, sólo quería llevarme hasta un lugar seguro y apartarme de aquellos senderos solitarios y, quien sabe, si de algún peligro irremediable.

Cuando  llegué al sitio seguro y lleno de cariño, la acaricié y le di las gracias. Ella entonces me respondió contenta. Si vuelvo a los campos de Navares de Enmedio, estoy segura que las dos muy alegres nos reconoceremos.

El cerebro, a veces, nos juega malas pasadas por sus recuerdos, pero otras, como en este caso, sabe cómo protegernos.

Luz del Olmo

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domingo, diciembre 21, 2014

FELICES FIESTAS

(C) Luz

 A todos mis amigos y paseantes de este blog os  deseo UNAS FELICES FIESTAS Y UN BONITO E INTERESANTE  AÑO 2015 y al igual que el musgo vuelve a nacer en la piedra, me gustaría que  que nuestra grande o pequeña amistad, se vaya renovando cada año, un poquito más.


Besos

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viernes, diciembre 19, 2014

2014 , EL AÑO DE PLATERO

(C) Luz, foto hecha  en la Casa de Juan Ramón Jiménez cuando en junio de 2013, la visité.


El miércoles estuve por Madrid y en algún lugar que ahora no  soy capaz  de precisar, recuerdo cómo un cartel me  recordaba que el 2014 era el año de Playero y Yo, el magnifico libro que tanto nos gusta a Mª Ángeles, la autora del blog La Arañita Campeña, a mi y, supongo que a muchos más. 


Esta mañana pasé por el blog Final de pagina  y en su entrada de hoy,  comprobé que  estaba dedicada a una capítulo de este libro, tan tierno, humano y lleno de poesía de la que hace sentir y pensar, fue  entonces  cuando vinieron a mi mente los entrañables momentos que pasé en la casa donde vivieron Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí. 


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miércoles, diciembre 17, 2014

A MI MADRE





En esta foto podemos ver a mis padres Teodosio y Nicolasa, en una foto de la época. En realidad no sé que ha pretendido el fotógrafo, pero a mi madre se la puede ver mucho más sonriente sin las gafas que con ellas.




De ti me queda una toquilla, que en estos días de invierno siempre utilizo para protegerme los hombros que es mi punto débil. Y un abrigo que guardo con nostalgia, pero que nunca me pongo.

También me quedan tus azotes en el culo con la zapatilla, tus regañinas a padre y a mi porque él siempre andaba en las nubes y yo poco a poco me iba contagiando. Eras nuestra más fiel realidad siendo padre y yo muy cómplices cuando hablábamos de ti.

Desde que murió él, casi siempre vivimos juntas y yo no sé si lo hice porque me sentía culpable por querer tanto a padre o porque en realidad también te quería a ti. Quizá por las dos cosas, pues mi relación contigo siempre fue ambivalente.

Supiste por la pérdida de un hijo, en la mejor de su vida, - tenía veintitrés años- , ser silenciosas, valerosa, resignada y cinco años después, también se fue tu marido porque era mucho más débil que tú y como ya habías perdido todas las lágrimas, no pudiste llorar.

El mayor andaba por Chile, un país tan lejano que sólo conocías el nombre y así sólo te quedaban para hacerte compañía en tu dolor: el hijo que siempre te adoró y una chica adolescente llena de rebeldía.

Fueron dos años muy duros de quedarte sola en el pueblo. Los vecinos te ayudaban en tus penas y atribulaciones sin saber qué hacer, qué rumbo tomar en este pueblo de Pardilla donde fuiste sirvienta y en el que te casaste y tuviste tres hijos y una hija que vino, cuando ya nadie la esperaba.

Más tarde tu traslado hasta Madrid, ciudad que visitaste con padre, que yo recuerde, tan sólo una vez. Fueron años duros de adaptación arrastrando una gran pena. Pero como siempre hiciste, te acomodaste a las circunstancias que la vida te imponía.

Te evoco en los primeros años enfadada, después ya más tranquila, con tus nietos y conmigo y cuando llegó la hora de tu muerte, lo hiciste despacito y en silencio.

-Se está apagando como una vela – Me dijo el médico que te asistía aquí, en Velilla.

Un ocho de noviembre de 1992, dejaste de  existir. Mi casa siguió siendo tu refugio, cuando nos diste a Rafael y a mi tu último adiós. Para Victoriano fue tan grande el dolor que no pudo verlo.

Aún tengo tu toquilla que en invierno tanto uso y un abrigo que nunca quiero tirar y esa sensación de que en vida no te quise lo suficiente y sin embargo aunque te fuiste con casi noventa años, estuve un tiempo añorándote y pensando que podías haber vivido más. 

Luz del Olmo  

(Mi madre, Nicolasa Veros, el pasado 6 de diciembre habría cumplido los 111 años. Este texto lo escribí dentro de un libro  que hice para mi familia, con mis últimas investigaciones sobre nuestro origen)

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miércoles, diciembre 03, 2014

EL OTOÑO VA PASANDO POR ARANJUEZ


 (c) Elvira
 
 (c) Elvira
 (c) Elvira

(c) Luz


(c) Luz


(c) Luz 


(c) Luz

(c) Luz

(c) Luz

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