sábado, noviembre 23, 2024

Y EN INVIERNO LA NIEVE





En los días de diciembre y enero mi padre, se levantaba más tarde de lo habitual y lo primero que hacía,  era el   asomarse por la pequeña ventana que daba a nuestra habitación en forma de L, donde  mis primogénitos dormían en la parte más larga   y yo en la  más corta, en   distintas camas y  obviamente de diferente tamaño, pero las dos tenían en común los colchones de lana que en primavera y verano,  se vareaban,   oreaban y también los deshacían, para que la lana no se apelmazara. 


Era muy común que el Teodosio, con sobrenombre de El Troneras, en estos días de nieve,  sin abrir aquel ventanuco de madera con un trozo de cristal,  que había en la habitación donde dormíamos,  podía ver cómo estaba el callejón de la que siempre fue nuestra casa y  no era raro que en los inviernos me despertara para decirme:


-Mari, Mari, hoy está todo el callejón blanco y sigue nevando con copos grandes, para añadir muy  contento, la muletilla que siempre  me decía, cuando se encontraba con la  blancura que cubría la tierra.  


- Hoy, quietos en la ropa.  Esta nevada, es buena para los que vivimos en los pueblos. Hoy no tenemos que ir a trabajar. Los de Madrid, acudirán a sus trabajos con nieve o sin ella. Alguna ventaja tendremos los que nos pasamos la vida  en el campo. 


Y cuando esto oía, yo me levantaba sin importarme el frío  que hacía  por   la habitación, pues el brasero que teníamos  debajo de la mesa camilla,  se había apagado en sus brasas,  mientras nos reflejaba  un espejo colgado  en la pared de adobe,  para  asomarme con mi  progenitor   y  compartir  aquella sensación de alegría que nunca se me ha ido, aunque hayan pasado ya  muchos años,  junto a las  palabras que me  repetía ,  cada vez que este fenómeno blanco, llegaba al callejón de nuestra casa.  Y así seguía hablando conmigo, para decirme que en este día  nos quedábamos bien resguardados y disfrutando del temporal   nevado de estos inviernos cuyo gran protagonista  era el intenso frío de Castilla la Vieja, que se decía por entonces. 


 Quizás sea por  ello que si   hay nieve en las calles, yo siento alegría. A no ser que venga una Filomena  como la  de hace  unos años, donde ese Quietos en la ropa de mi padre,  se convirtió  en  una auténtica pesadilla. 


Al recordar mi primera habitación, me viene a la mente la pared blanca y enjalbegada, donde para mí,  era lo primero  que veía al despertar y cómo me gustaba  escribir en esa pared, a pesar de las regañinas de mi madre,  con un sarmiento fino, cogido de las gavillas que teníamos en la cocina para encender el fuego, palabras que me inventaba, quizás sea  por ello, que siempre me gustó imaginar y escribir. 


Cuando estoy tecleando en el ordenador de este siglo  XXI, me llaman al móvil. Es mi sobrina y me dice que mi hermano Rafael, a sus 91 año, esta noche ha fallecido. Él que fue el primero en salir de nuestra casa para ser sacerdote siendo el mayor,  ya no está con nosotros. Descansa en Paz.


Texto escrito el 18 de noviembre de 2024 y corregido unos días después.




(c) Texto y fotos : Luz del  Olmo Veros                                                                         




miércoles, noviembre 13, 2024

NACÍ EN PRIMAVERA

 

                                                 

 


Aquí dentro me quedaba yo lejana ya 

para siempre la única primavera de mi vida.                                                    

    José Luis Sampedro                                                              

                                           

                                        

El veintiuno de marzo de 1949, mi madre Nicolasa,  a eso de  la una de la tarde, según me han  contado, trajo al mundo una niña, después de haber dado vida a tres varones y con nueve años de retraso, desde el último parto que tuvo. 


Quizás sea la propia fecha de mi nacimiento  la que ha podido  influir, para que esta estación del año, sea mi preferida y aunque escriba estas líneas, en el otoño atmosférico del año 2024,  incluido el mío propio  y vital, es en esta época  donde  los días se van acortando en el mes de noviembre que nunca me ha  gustado,  para  llegar después de una larga espera hasta la fecha de mi nacimiento, en el siguiente año y en especial por ver y sentir cómo la luz se  va dilatando y  deja  atrás sin pausa ni mesura,  las horas oscuras del otoño y el invierno, hasta llegar a ese  sentimiento alegre y feliz,  porque  la claridad, en especial del sol, sin importarle los intereses varios, hace que la Naturaleza continúe en su empeño de caminar siempre adelante, con las  imprescindibles rutinas del día a día, que  transita   a su propio compás, sin pedirnos permiso por lo que nos pueda ir sucediendo, a muchos y variados seres que habitamos este planeta Tierra, con nuestros propios ciclos vitales. 


Ya en el camino desde el mes de febrero, las flores blancas y rosas  de los  almendros,  nos lo van  anunciando, en los campos de Castilla junto a otros lugares, donde  los  verdes, en sus diferentes  tonalidades, empiezan  a cubrir llanos,  mesetas y laderas, para llegar hasta marzo y  comenzar a sentir, en campos y personas,  cómo el invierno lo vamos dejando atrás  y  los nuevos horizontes se  amplían al compás de esa luz que tanto me gusta, para sentir de nuevo, que  la primavera ha nacido y se quedará con nosotros por distintos tiempos, según la geografía del lugar  donde nos encontremos. 


Sí, en este ahora que  se va acercando el invierno,  deseo que pase pronto esta estación,  con sus  fríos y también con sus  bellos paisajes nevados, para  así llegar al estallido de esa estación  primera del año, sabiendo que  a veces  camina despacio y otras, estalla de pronto envolviéndonos  con su  aire tan especial, para llenar por unos meses y no a todas las personas, de alegría y sin embargo, también para otras, que están más con los pies en la tierra que yo, con mucha incertidumbre. 


 

 

(c) Texto y foto: Luz del Olmo Veros 




 


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