Aquel seis de septiembre, Luis había decidido ir a la Biblioteca que hay
cerca del Retiro, a eso de las doce de aquella mañana donde el sol había
perdido la fuerza del pasado mes de agosto. Estaba haciendo una investigación
sobre palabras raras y necesitaba consultar algunos libros.
Venía de la oficina del INEM, que ahora tiene otro
nombre pues está privatizado, y había solicitado después de varias idas y
venida en busca de su documentación, los
cuatrocientos euros del famoso e
inquietante plan PREPARA. Nada le había
asegurado la persona que le atendió. Allí el ambiente estaba enrarecido con carteles por todas partes, diciendo algo
así como : Yo no tengo la culpa de la
crisis, junto a lazos negros que acompañaban a las caras largas y de mal
humor.
Estaba
preocupado, vivía solo, se le acababan los pocos ahorros que tenía. Sus padres
habían muerto en un accidente y sólo le quedaba una abuela en el pueblo a la que no quería molestar. Llevaba un año
buscando trabajo, acudiendo a empresas con sus curriculums y también
por Internet, aunque no sabía si llegaban a su destinto o no.
Le llamaron de
dos cursos y aunque no tenía nada que
ver con su profesión, los hizo. Aunque intentaba no caer en el desánimo, el vacío y
el abismo lo sentía cada vez más cerca.
Le dio por hacer esa especie de diccionario con
palabras raras, por matar el tiempo, por entretenerse en algo, por no pensar.
Le gustaba ir a esa biblioteca de la
calle Doctor Ezquerdo, le gustaba porque tenía buen fondo bibliográfico y
porque su personal era amable y servicial, pero le gustaba en especial porque
al entrar Luis siempre leía un
cartel que le iba dando fuerzas en el día
a día de su vivir “ Que no nos recorten la sonrisa” .
(c) Foto y texto : Luz del Olmo
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