He disfrutado y mucho con la lectura del libro El
Mudejarillo, donde José Jímenez Lozano, escribe sobre la vida de San Juan de la Cruz, con una
prosa ágil y bien construida, llena de sustantivos, adjetivos y verbos, que va
enumerando en algunos de sus cortos cincuenta y seis capítulos que componen este libro, para
dejarnos constancia de la personalidad física y sobre todo psicológica y
espiritual del frailecillo, -nacido en Fontiveros, Ávila, en 1542 y muerto en Úbeda, Jaén, en 1591- que
fue pasando por diversos lugares de la geografía española como Árevalo, Medina
del Campo, Salamanca, Duruelo, Toledo, Granada, Segovia……… llevándonos a convivir con su madre Catalina
que busca espárragos y berros en primavera, su hermano Francisco, su cuñada, Ana,
sus sobrinos, el señor Ahmed, el del agua, Juan González el candilero, el de
las sombras, Juan Perea, el sombrerero, el maestro de niños, Pero Sánchez...
Su amistad con Santa Teresa, la que no para de ir de
aquí para allá, pero que cree firmemente en su sabiduría y así se lo trasmite a
sus monjas descalzas. La atención y cuidado a las personas que más sufrían, allí en Medina,
en el hospital de bubas. La convivencia con los frailes amigos y la
incomprensión de los otros religiosos a los que no les gusta su forma de
pensar, de sentir, ni sus escritos que cuentan historias de pastores y tórtolas
que se miran en el agua porque están solas y de alondras que se escuchan en la
mañana. Después llega la noche, la noche oscura, la cárcel y su fuga y ni
rastro de nada y todo el silencio que siempre le acompañó, en su sencillez,
mientras leía y escribía, porque lo suyo era aprender, no sólo latín, sino
también las bellas palabras del castellano, para dejarnos, los más hermosos versos
que se han escrito en nuestra lengua.
Al leer el primer capítulo, titulado La visita, he recordado un documento que
se puede encontrar en Internet titulado: Una
visita pastoral a la diócesis de
Segovia, durante los años de 1446 y 1447, escrito por Bonifacio Bartolomé
Herrero, tomando como fuente, el Archivo de la Catedral de Segovia. Códices y
Manuscritos B-304-bis, donde se pueden leer estas visitas pastorales que el
obispo de las diócesis solía hacer. En
los documentos se muestra claramente lo escrito por José Jiménez Lozano y mucho
más, porque se aprecia con toda claridad, como funcionaba la Iglesia en
aquellos años,cuando la sociedad estaba tan mediatizada por lo religioso.
Dejo una pequeña muestra de algunos pueblos de Segovia
Los
clérigos también ofrecían una imagen negativa en cuanto a la administración de
los sacramentos a sus feligreses. Son muchos los casos que aparecen de criaturas muertas sin haber recibido el
bautismo, como en Duruelo, donde el “clérigo Fernand Sánches cura permitió e
mandó enterrar una criatura que fallesció sin babtismo por su culpa en el ciminterio la qual fue enterrada
primero fuera del ciminterio e la fiso sacar e traer al ciminterio”.
Santa María de Arevalio. Fallo que vendieron un libro
por quinientos maravedíes e diría se que valía mil, esto quedó del saber, e
vendio se para faser la iglesia que era
derribada e otras cosas que se vendieron della.
El obispo
por esos años de mediados del siglo XV, también visitó Pardilla y esto fue lo
que dejó escrito:
Pardilla. Non fallé al cura. Fallé que el provisor
avía dado carta de edicto e por tanto no fise otro po casso, di licencia
entretanto al capellán que sirviesse examinado por mí mandándole que festa
cierto tiempo seguiere por licencia del provisor.
En el pueblo de Pecharromán.
“El altar mayor mucho susio, las sábanas desordenadas…la vestimenta mal cogidas
como quien va de camino e el arca del tesoro abierta por mal recaudo”.
Las Cuevas de
Provanco “El cura mancipado o el capellán difamado con una casada que le
tomaron en casa de noche conella a puerta cerrada pero no le fallaron
delinquiendo….”
Y así continúa enumerando el estado que encontraba el
visitador, tanto de la iglesia, como de sus clérigos, capellanes y feligreses
de los 347 pueblos que en aquellos años se visitaron, siendo Cardenal de
Segovia Juan Cervantes.
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