Para mi amiga Graci, por el buen día pasado.
Visitamos los campos de Lavanda, que se extienden en las tierras alrededor de esta villa de Guadalajara.
Parece ser que un vecino visitó La Provenza francesa y pensó que en Brihuega, esta planta y su paisaje, se podría trasladar hasta la Alcarria.
Las flores de color morado y olor a colonia, te sorprende nada más llegar.
En estos días, antes de segarlas, los surcos de la flor, lavandina, se llenan de personas sin tener en cuenta que las abejas también necesitan visitarlas.
Ya en el pueblo, las calles del centro limpias y empedradas, se adornan con diversos motivos, en ese color morado, hermanándose con sus campos.
Como los paraguas que dan sombras a este caluroso mes de julio.
La fuente de los diez caños, junto a los lavaderos de agua cristalina, nos refrescaba en el calor de la tarde
Siguiendo la calle abajo, nos sentamos a la sombras de los enorme tilos para admirar El Castillo de la Piedra Bermeja, del siglo XII, con recinto amurallado y capilla de estilo gótico, decorada con motivos mudéjares.
A su lado se encuentra la iglesia renacentista del siglo XIII, de Santa María de la Peña.
En su interior se halla una talla románica de la patrona de Brihuega
En el camino hacia la Real Fábrica de Paños, nos encontramos con la Iglesia de San Felipe, del también siglo XIII, en ese románico de transición, con su bóvedas altas y columnas esbeltas y la también bella iglesia de San Miguel de estilo mudéjar toledano, donde se celebran actos culturales.
Ya dentro de la Real Fábrica de Paños, con una arquitectura industrial del siglo XVIII, pudimos deleitarnos con una bonita exposición de manualidades antiguas, no por ello, exentas de belleza,
como estas filigranas donde el encaje de bolillos, son algo especial
o la cerámica de Cogolludo, entre otras artes manuales
Al finalizar paseamos con calma y frescor por el hermoso jardín de la Antigua Fábrica de Paños, asomándonos a esos magníficos miradores, para observar en una lejanía cercana, los montes y ladera, que bordean esta bonita villa, la cual visité en los lejanos tiempos de mi adolescencia y juventud y que en este siglo XXI, he vuelto con alguna frecuencia.
Un día completo, de reencuentro en la amistad que perdimos sin quererlo Graci y yo.
Gracias Pedro Rojo, por facilitarnos este encuentro.
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