BURGOS, CIUDAD DE LA MESETA
El recuerdo que tengo de la primera vez que conocí Burgos, provincia en la que nací, se remonta allá por los últimos años de los cincuenta. Tendría yo unos ocho o nueve y eso se debió a que mi tía Cayetana, la cocinera de los señores Plaza, de la que ya he escrito en este blog, me llevó unos días de verano a pasarlos con ella.
La imagen que más se repite en mi mente, son los helados que mi tía me compraba en el Paseo del Espolón. Caminábamos por este popular paseo a diario, porque la casa de los señores Plaza, estaba muy cerca, un poco tirando hacia el Castillo que yo podía ver, si me asomaba a la ventana de la cocina. Por ello el sabor de estos helados, sigue en mi mente sin olvido. Ahora cuando vuelvo a transitar por el conocidísimo paseo, recuerdo muy bien los sabores guardados en mi mente de nata y vainilla, siendo mi preferido el del chocalate que por entones, mi generosa tía me compraba.
Cuando a veces me he sentado en sus magníficas terrazas con mi amiga Mª Ángeles y tomamos el suculento chocolate que hacen, acompañado de sus correspondientes seis churros, todos los recuerdos de entonces, vuelven siempre a mi memoria, tanto los sabores, como los olores y lo que no recuerdo bien son los árboles entrelazados que tanta sombra dan y adornan a este conocidísimo paseo. Sin embargo no guardo recuerdo de las grandes estatuas de diferentes personajes importantes que se erigen a lo largo de este bulevar que engancha con La Isla.
Recuerdo que mi tía también nombraba mucho a otro lugar llamado Fuentes Blancas, porque en más de una ocasión, ella cocinaba de forma especial, pues debía ser el de su libranza, para trasladándonos a comer hasta esa grande y hermosa arboleda, en los días del estío.
Cómo mi estancia era en verano, para nada recuerdo el famoso frío de Burgos ¿Y la Catedral? Algo de su reminiscencia está en mí, pero no especialmente. Ahora, sin embargo, cuando vuelvo a contemplar su belleza, no me canso de mirarla tanto en su parte exterior, como su interior. No hace mucho, tuve la dicha de verla sola, pues siempre la he visitado en compañía y he de deciros que fue una delicia admirarla , sin guía, disfrutando de lo que todos mis sentidos me enseñaban y yo percibía.
Luis Cernuda, nos describe esta ciudad gris y sin embargo, siempre acompañada por una luz especial que emana de sus propios edificios. En alguna ocasión la he visitado con nieve, pero el frío es tan intenso que cuesta pararse y admirarla. Por el contrario, si el tiempo acompaña, me detengo al pasear por la orilla del río Arlanzón, viendo su fauna y su flora, mientras se escucha el rumor del agua en su recorrido, atravesando puentes y más puentes de diferentes formas y estructuras y por supuesto con sus correspondientes nombres: San Pablo, Santa María, Bessón, Castilla, Malatos, San Amaro, Universidad......
Burgos, ciudad donde el frío puede ser protagonista, pero también lo es toda la belleza que sus calles, plazas, árboles y paseos, nos va mostrando cuando quedamos sorprendidos al contemplar, en las piedras de tanta historia, cómo nos van hablando al pasear en las diferentes estaciones del año, aunque hay un dicho popular que dice: En Burgos no hay más que dos estaciones, la del invierno y la del ferrocarril.
(c) Texto y foto: Luz del Olmo Veros.
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