JUAN ANTONIO
Tenía el pelo rizado y negro. Los ojos igual. Por entonces nos gustaba mirarnos fijamente mientras hablábamos de cualquier cosa . Él sabía por lo que habían comentado mis amigas y compañeras, lo mucho que me gustaba y a mi, sus compañeros y amigos me habían informado de lo importante que era yo para él. Sin embargo, nunca nos dijimos nada de una forma explícita.
En aquellos años de mi difícil primer trabajo, los días se hacían menos duros cuando coincidíamos en los turnos. Si el lunes de esa semana me tenía que levantar a las seis de un invierno infernal, lo hacía sin pereza, con ilusión porque sabía que al llegar a aquellos interminables ficheros donde estaban los nombres de todas las medicinas, Juan Antonio estaría allí. Si la coincidencia era en el turno de la tarde, el salir a las once de la noche y llegar a casa pasadas las doce, se me hacía mucho más soportable. Esas semanas no me importaban las regañinas de los impresentables y dictadores jefes que teníamos. Después él se iba al turno de noche y yo vivía con la esperanza en el paso del tiempo hasta llegar a la coincidencia de nuestros ojos.
Después él tuvo que irse. Sus obligaciones del servicio militar se lo imponían. Aquella noche de su despedida, esperé una palabra que nos llevara a algún tipo de compromiso, pero no llegó y entonces lloré, lloré y lloré hasta que las lágrimas consiguieron decirle adiós.
Pasado unos meses volvió a hacernos una visita, pero yo ya estaba ocupada y él se retiró.
Me fui de aquel trabajo y pasado mucho tiempo por una serie de casualidades nos volvimos a encontrar. Los dos estábamos casados y teníamos hijos, él chicas, yo chicos. Decidimos que podía estar bien volver al trabajo que nos había unido para ver a los compañeros que aún seguían allí. Así lo hicimos. Lo pasamos bien y al despedirnos nos intercambiamos los teléfonos que nunca quisimos utilizar.
Hace unos días he vuelto a hablar, por ese empeño que tiene la vida en jugar con el tiempo, con la que fue mi mejor amiga Mari Tere.
- ¿Te has enterado? Juan Antonio hace unos años murió.
-No, no sabía nada.
Y de pronto vinieron a mi todas estas vivencias de mi ya lejana adolescencia.
Luz del Olmo
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