(c) Foto de Arturo Ledrado
La noche que no paró
de llover, es una novela donde
la psicología tiene un gran protagonismo porque su autora, Laura
Castañón, escribe sobre sensaciones, emociones y sentimientos que
gobiernan la vida de sus personajes, en especial de las cuatro
protagonistas: Valeria, Laia, Emma y Feli, de esta historia situada
en Gijón.
Valeria,
la que más ha vivido, guarda un sobre que no se atreve a abrir,
porque ella anda perdida, desde su infancia, en el miedo y la culpa
que le ha ido grabando la sociedad en la que le ha tocado vivir y
en especial, una madre castradora de su ser feliz. Por el contrario
, su padre, la intenta liberar de tal lastre. Es hora de que ya con
más de ochenta años, abra ese compartimento estanco que guarda y
que tanto daño le ha hecho y le hace. Para ello busca ayuda en
Laia, la psicoterapeuta enamorada de la también piscóloga Emma,
por ver si puede liberarse de ese autocastigo que la oprime,
intentando poder entrar en lo más profundo de sí misma, hasta
llegar a su propia reconciliación.
Es
en estas terapias donde Valeria, a través de la conversación y
escritos, va soltando la sobrecarga que tanto le angustia y a su
vez, el lector puede ir reconstruyendo, lo que fue y es la sociedad
de una España que ha pasado por diversas fases: República, Guerra,
Dictadura, Transición y la España actual. Al ir cambiando las
personas va evolucionando toda la sociedad, unas veces con más
acierto y otra con menos, dependiendo de la percepción y creencias
del mundo en el cual se muevan.
Leia y Emma forman una pareja donde la vivencia de su amor, es la
parte esencial en la existencia de su día a día. Ellas, situadas
en la sociedad actual, son conscientes de su capacidad para que
los sobres cerrados, se puedan ir abriendo y evitando de este modo,
el daño que pudieran, como a Valeria, ocasionarles. Ellas, las
dos jóvenes psicólogas, se van conociendo mejor y la felicidad,
aunque sabemos que es efímera, viene con frecuencia a visitarlas.
Y
queda Feli, a la que por circunstancias de la vida actual, le han
robado la mejor parte de su nombre y anda resentida, porque en vez
de mirar hacia delante, se complace en detenerse en exceso en el
pasado, para buscar a través de sus retratos, una venganza que lo
único que hace, es retroalimentar su rencor por haber perdido, esa
felicidad que un día el azar, le arrebató.
Los
sueños recurrentes y alguno lúcido, son otros de los principales
protagonistas de esta historia que le van indicando a Valeria, sin
ella ser consciente, las posibles soluciones para poder resolver,
esa angustia, que durante tanto tiempo vive con ella desde los
días con sus noches de un pasado ya remoto.
Y
sí , es una historia de mujeres donde también existen como
personajes, en apariencia más secundarios, otras mujeres
emparentadas con las protagonistas, sin olvidar a los hombres. No
es extraño que la autora haya escogido con preferencia a las
féminas, para contar esta novela. Es sabido que nosotras, tenemos
la suerte de no esconder tanto como los hombres, los verdaderos
afectos. A ellos, por el contrario, les han amputado con
frecuencia, la expresión de sus auténticos sentimientos. Por eso
creo que esta novela con finales abiertos, tiene algunas claves para
recorrer un futuro, donde hombres y mujeres vayamos creciendo poco a
poco, como personas maduras e iguales, del mismo modo que lo van
haciendo, quitando a Feli, los personajes principales, en el
recorrido de sus bien cumplidas 400 páginas, -aunque yo quitaría
algunas de ellas, no por su contenido, si no por su repetición en
los conceptos-, en ese fluir de la conciencia que tiene su aparente
estructura caótica de La noche que no paró de llover.
Luz del Olmo
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