….yo os quiero, no tan
sólo
desde el día que os vi, sino antes;
Le dice Jacinta a su enamorado Félix y
es que antes, en los sueños del dormir, ya lo había conocido,
quedándose, profundamente enamorada.
Leo Aventurarse perdiendo, la
primera novela corta de María de Zayas y Sotomayor de su libro
Novelas amorosas y ejemplares y pienso mientras leo, que
doña María debía saber, más que algo, sobre las penas y alegrías que
conlleva el enamoramiento que da paso al amor o la ruptura.
Fue la entrada de Mª Ángeles Merino Moya, en su blog de La arañita campeña, la que me llevó a querer
introducirme en lo escrito por esta poeta y novelista del Barroco
español. Me pareció muy sugerente ese enamorarse por los sueños
y ¿qué es sino igual cosa el propio enamoramiento? Un sueño.
Los hombres y mujeres imaginamos a
la persona amada hasta convertirla en la causante de nuestros
desvelos, pesares, júbilos y contentos , transformándolos en
realidades que nos colman en los días y sus noches, inundando
nuestros pequeño universo, donde la desazón y sinrazón, se va
llenando de oxímoron en una imparable cascada de sentimientos y emociones. Doña
María lo describe y escribe muy bien, en el ya famoso soneto que
intercala en la novela
Amar el día, aborrecer el día,
llamar la noche y despreciarla luego,
temer el fuego y acercarse al fuego,
tener a un tiempo pena y alegría;
estar juntos valor y cobardía,
el desprecio cruel y el blando ruego,
temor valiente, entendimiento ciego,
atada la razón, libre osadía;
buscar lugar en que aliviar los males,
y no querer del mal hacer mudanza,
desear sin saber qué se desea;
tener el gusto y el disgusto iguales,
y todo el bien librado en la
esperanza:
si aquesto no es amor, no sé qué
sea.
Mas el amor todo lo enreda y los
celos lo enturbian más. La enfermiza posesión, sin recato ni
medida, y, algunas historias de este sueño que comienza, tienen un
amargo despertar. En especial si los otros se introducen y quieren
ser los protagonistas, de ese sueño que empezó en las sombras de
la noche.
Cuando ya el enamoramiento, convertido en amor, es algo
verdadero, las distancias y los envites lo hacen aún más fuerte al
dejarlo en libertad. Y son los sueños, los que vuelven a traer las
lágrimas y el penar en la tristeza.
Mas el tiempo cicatriza las heridas y
Jacinta puede escribir este soneto:
En el claro cristal del desengaño
se miraba Jacinta descuidada,
contenta de no amar sin ser amada,
viendo su bien en el ajeno daño.
Mira de los amantes el engaño,
la voluntad, por firme, despreciada,
y, de haberla tenido escarmentada,
huye de amor el proceder estraño.
Celio, sol desta edad, casi envidioso
de ver la libertad con que vivía,
esenta de ofrecer a Amor despojos,
galán, discreto, amante y dadivoso
(reflejos que animaron su osadía),
dio en el espejo y deslumbró sus
ojos.
Sintió dulces enojos,
y, apartando el cristal, dijo piadosa:
«Por no haber visto a Celio fui
animosa.
Y aunque llegue a abrasarme,
No pienso de sus rayos apartarme».
Y otra vez la mujer, enamorada de Celio, puede quedar envuelta en ese sentimiento tan dispar que es el amor, y con él, surgen de nuevo, los celos y sus
engaños, para traer entre lágrimas, las desdichas y pesares.
Por ver si acaban sus tristezas, la enamorada Jacinta, se las cuenta a un desconocido, porque necesita llegar a sentir de nuevo, el sueño que un día fue capaz de llevarla, hasta las cimas del amor .
Luz del Olmo
Etiquetas: María de Zayas y Sotomayor. Lectura de la Acequia